Vigilado por mi ex otra vez
Capítulo 2
Yang Jiali tuvo un sueño.
Soñó con él y Ye Ting en la universidad. En ese entonces, aún estaban juntos, como miel sobre hojuelas, lanzando una dosis diaria de afecto que bastaba para asfixiar a cualquier perro callejero que merodeara por el campus… y aún sobraba.
Recordó un día en particular, cuando Ye Ting se postuló para presidente del sindicato estudiantil. Apenas se anunció su candidatura, Yang Jiali lo arrastró al restaurante a celebrar.
—¿Te gustaría recibir un regalo? —le preguntó entusiasmado—. Papá está de buen humor hoy. Dime, ¿qué quieres?
Ye Ting no respondió. Solo le tomó la mano y lo llevó al motel más cercano.
Con la misma ropa que usó durante su campaña, camisa blanca y pantalón negro, Ye Ting se veía tan atractivo que parecía sacado de un drama. Alto, apuesto, capaz de hacer que cualquier chica fantaseara con él antes de dormir. Esa noche, la cama rebosaba deseo, hambrienta y sedienta de caricias. Como un banquete celestial esperando ser devorado.
Yang Jiali bromeó mientras se acomodaba en la cama:
—Durante el día finges ser serio en el podio, y por la noche te escabulles al motel. ¡Eres increíble, hermano Ting!
Ye Ting no respondió, solo actuó. Ambos, ebrios de amor, se entregaron al deseo sin pausa hasta las cuatro de la madrugada.
Después, Ye Ting lo abrazó y se dirigió al baño. Yang Jiali, exhausto pero divertido, se metió con él a la bañera. Mientras se frotaba con una esponja, exclamó:
—¡Ya no soy ese inocente de 20 años! ¡He perdido mi pureza! ¡Ye Ting, ahora estoy sucio!
Ye Ting lo abrazó, lo besó y le tapó la boca.
Aún era de noche, pero en el horizonte ya se vislumbraban luces. Acostado junto a la bañera, Yang Jiali miraba hacia afuera. El cielo comenzaba a clarear. Las luces de la ciudad se apagaban una a una. Los puestos de desayuno abrían, con el vapor de la leche de soya esparciéndose como una bruma cálida sobre las calles.
En medio de ese ambiente, Yang Jiali preguntó con voz baja:
—¿Crees que siempre estaremos juntos? ¿Nunca dejarás de amarme?
Ye Ting, con los ojos cerrados, respondió:
—Lo haré.
—¿Tan seguro?
Ye Ting lo rodeó con el brazo, se acercó a su oído y dijo con suavidad:
—Cariño, seré el guardián más leal de tu vida. Pase lo que pase, estés donde estés, tan solo tendrás que voltear y ahí estaré. Lo juro.
Yang Jiali tembló, giró ligeramente y lo besó.
En ese beso, uno pasivo y otro feroz, el día terminó de amanecer.
Fue uno de los momentos más hermosos que Yang Jiali recordaba.
Despertó con el corazón atrapado en aquel sueño, sin poder liberarse. Tardó en regresar a la realidad. Miró su pequeño y oscuro dormitorio. A su lado, la cama vacía.
El mismo que le prometió estar siempre a su lado, ahora abrazaba a otro. El hombre que juró seguirlo a cualquier rincón del mundo, no sabía siquiera dónde estaba.
Fue entonces cuando Yang Jiali comprendió: Ye Ting solo lo amó brevemente. Cuando ese amor terminó, encontró a alguien más.
Sus años juntos, esa juventud apasionada, fueron como una tormenta: intensos pero pasajeros.
Todos maduran. Nadie espera por nadie.
La alarma sonó, sacándolo de sus pensamientos. Se limpió el sudor frío de la frente, rió con amargura, apagó el despertador y se puso las pantuflas.
Ye Ting ya no era ese chico que deseaba tocarlo. Ahora vestía de trajes caros, comía bien y estaba rodeado de gente que lo amaba.
En cambio, él tenía que preocuparse por el trabajo y el alquiler.
Frente al espejo, mientras se cepillaba los dientes, se dijo a sí mismo:
—Maldita sea… la vida es demasiado realista.
Después de alistarse, Yang Jiali fue a su empresa de representación.
Al llegar, vio a sus dos compañeros del equipo esperándolo: Li Da y Li Er.
Li Er siempre soñó con ser una estrella. Estaba convencido de que, al debutar, sería un fenómeno global, seguido por hordas de fans. Incluso tenía planes para educar a sus seguidores.
Pero la realidad era otra. Después de años, apenas si eran conocidos. Su única aparición en televisión fue durante 30 segundos en un canal local, mostrando un video de baile… después de un programa sobre alimentación de cerdos.
Un espectador incluso se quejó: “Baila peor que un anciano haciendo aeróbicos. ¡Prefiero ver a los cerdos!”
Yang Jiali, como capitán, se las arreglaba como podía para mantener al equipo a flote.
—Hermano Yang, ¿fuiste a beber con esos empresarios para conseguir recursos? —preguntó Li Da con ansiedad.
Yang Jiali se sentó en los escalones y negó con la cabeza.
—¿Entonces qué haremos? El jefe dijo que si no conseguimos recursos, tendremos que disolvernos —dijo Li Da, preocupado.
—Podríamos probar en la ciudad vecina. Escuché que hay dos shows nuevos —sugirió Li Er.
Yang Jiali suspiró, pensó un rato y se levantó.
—Voy a hablar con el jefe.
Fue directo a la oficina del director.
Le explicó que, aunque acompañó a los empresarios, no logró obtener recursos.
El jefe, con un cigarrillo en la boca, fue directo:
—Si no consigues recursos, no hay contrato. Se disuelven.
—¿No puede darnos otra oportunidad?
El jefe se burló:
—¿Crees que no quiero? Es una orden de arriba.
—¿Eh?
—Nuestra agencia es propiedad de un grupo financiero. Hace poco cambiaron de presidente y están eliminando todo lo que no genere ganancias. Ustedes están en la lista.
—¡Pero podemos mejorar! ¡Podemos generar beneficios! —insistió Yang Jiali.
—El presidente ya decidió. ¿Qué quieres que haga?
—¿Y si le suplico?
El jefe se echó a reír:
—¿Suplicarle? ¿Crees que ese tipo escucha a cualquiera? Aunque te arrodilles, ni te mirará.
Yang Jiali quedó abatido.
El jefe se secó las lágrimas de risa y agregó:
—Si eres listo, intenta conseguir una oportunidad con él.
—¡Pero ni siquiera sé cómo luce!
El jefe encendió su monitor, buscó el sitio oficial del grupo y señaló la foto del nuevo presidente.
—Es este.
Yang Jiali alzó los ojos, indiferente, pero al ver la imagen, quedó paralizado como si lo hubiera alcanzado un rayo.
Ahí, en la foto oficial, vestido con traje negro, firme, joven y apuesto entre un grupo de ejecutivos… estaba Ye Ting.