¿Quién no ama a un dulce alfa?

Capítulo 20


En el salón, Su Qian rodeó con sus brazos al joven y soportó pasivamente su repentino beso.

Estaba completamente desprevenido, y el ataque de Su Yuzhou fue tan feroz que sólo pudo rendirse desde el principio. Al final, simplemente dejó que el joven le rodeara el cuello y profundizara el beso, sumiéndolo en una nube de sensaciones.

El fuerte olor a coco y castañas llenaba el aire. La combinación de las feromonas de un Alfa superior y un Omega, incluso si solo era un beso como ese, generaba una experiencia que golpeaba directamente en lo más profundo del alma.

Su Yuzhou, absorto, empujó al hombre contra la columna de mármol. La luz del sol entraba a raudales por los ventanales del suelo al techo, y las dos figuras, entrelazadas, apenas visibles desde fuera, estaban envueltas en sonidos ambiguos.

Después de un rato, Su Yuzhou se separó lentamente, con los brazos aún rodeando el cuello del hombre, su frente apoyada en la de él, jadeando suavemente. Tenía el rostro enrojecido, pero su sonrisa era más brillante que el sol.

—Unos cuantos besos están bien, ¿verdad? —dijo entre jadeos—. Por si acaso…

Anoche no pudo dormir, así que investigó. Según lo que leyó, un Alfa podía estabilizar el celo de un Omega mediante el intercambio de feromonas, como una especie de marcador temporal.

Ese beso… también era un intercambio, ¿cierto? Ahora podía oler claramente el rico aroma a castañas de Su Qian. Estar envuelto en él lo hacía sentir cómodo y tranquilo.

Aunque lo llamaba “experimentación”, en realidad le preocupaba que Su Qian entrara en celo en la empresa. Antes pensaba que, de suceder, podría buscar a otro Alfa para aliviarlo, pero ahora… ya no creía eso. Al menos durante este mes, Su Qian solo debía tenerlo a él.

Sonrió, mostrando sus pequeños colmillos, y preguntó, coqueto:

—¿He mejorado mis habilidades para besar?

Miró el rostro apuesto y ligeramente enrojecido del hombre, y con la yema de los dedos acarició sus labios.

—Ah, están hinchados por mi beso.

Los ojos negros de Su Qian lo miraban intensamente. Había una tormenta contenida en ellos.

Su Yuzhou pensó que se había metido en problemas y estaba por disculparse, pero el hombre bajó la cabeza y lo besó de nuevo.

Lo rodeó por la cintura con una mano y le sujetó la nuca con la otra, dominante y firme, sin dejarle posibilidad de escapar.

El que había iniciado el primer ataque, ahora era quien recibía el embate pasivamente.

Su cabeza daba vueltas y su respiración era arrebatada sin piedad. Pero no odiaba esa sensación. Tras el susto inicial, cerró los ojos y se dejó llevar.

Su Qian era físicamente más fuerte. Aunque Omega, años de ejercicio le daban ventaja. Su respiración seguía estable.

Entonces, levantó al joven del suelo con facilidad y lo llevó hasta el sofá, donde lo sentó al borde. Su figura lo envolvía por completo.

Aun con los brazos apoyados en su cintura y espalda, Su Yuzhou se sentía inestable, como si fuera a caer. Instintivamente lo abrazó del cuello, aferrándose al traje, sus dedos acariciando el cabello del otro.

El reloj de la pared marcaba el tiempo con un suave “tic-tac”.

Ding ding ding—

El teléfono móvil de Su Yuzhou comenzó a sonar en su bolsillo, rompiendo el momento. Ambos se separaron a regañadientes.

Con las frentes juntas y las narices rozándose, sus respiraciones se mezclaban, y la sala estaba impregnada del aroma entrelazado de castañas y coco.

—Ha… ha…

Su Yuzhou jadeaba, con el corazón latiendo como después de correr cinco kilómetros. Su rostro estaba escarlata, y el sudor perlaba su frente.

Su Qian parecía en mejor forma. Aunque un poco agitado, mantenía el control.

El móvil sonó dos veces más antes de silenciarse. Su Yuzhou fue recobrando el aliento.

Recordó que el beso había durado mucho, que él lo había iniciado… pero ahora se sentía algo avergonzado.

—Tu ropa está arrugada por mi culpa…

Señaló el traje del hombre y añadió:

—Voy a buscarte otro.

Lo apartó y salió corriendo escaleras arriba, sus zapatillas resonando en el suelo.

Su Qian se quedó allí, mirándolo desaparecer, luego bajó la cabeza, tocándose los labios.

El aroma a coco seguía en su lengua. Tenía los labios adormecidos, el cabello revuelto, la corbata torcida y el traje arrugado.

Pese a todo, su estado de ánimo era excelente.

Justo entonces, su teléfono vibró. Era un mensaje de su asistente:

[Sr. Su?]

Probablemente extrañado por la demora. Respondió con calma, pidiéndole que esperara un poco más.

Poco después, escuchó pasos en la escalera. Su Yuzhou regresó corriendo con dos chaquetas en la mano.

—Su Qian, ¿cuál te gusta más? ¡Las dos combinan con tus pantalones!

El joven revoloteaba con entusiasmo. Su Qian lo miró; su rostro seguía enrojecido, sus labios ligeramente hinchados.

—¿Su Qian?

Solo entonces reaccionó. Tocó una de las chaquetas, se quitó la que tenía puesta y tomó la que le ofrecía.

Su Yuzhou abrazó la otra y lo observó embelesado mientras se vestía.

—Ayúdame con la corbata —pidió de repente Su Qian.

—¿Eh? Oh…

El joven dejó la chaqueta, se acercó y tomó su corbata.

Pero pronto se encontró con problemas. No sabía anudarla bien. Frunció el ceño, reflexionando.

Su Qian iba a burlarse, pero entonces escuchó:

—Date la vuelta.

—¿Qué?

—Apúrate, vas a llegar tarde.

Su Qian obedeció. Sintió que el joven se acercaba por detrás, apoyaba la barbilla en su hombro y comenzaba a anudarle la corbata desde atrás.

No necesitaba ponerse de puntillas. Su altura lo permitía.

¿Realmente alguien anudaba corbatas así?

Aun así, Su Qian se relajó. El aroma de las feromonas de Su Yuzhou lo envolvía, más fresco que en celo, más intenso que en reposo. Era dulce y reconfortante.

—¡Listo!

Su Yuzhou acomodó la corbata y alisó su traje.

—¿Está bien?

Su Qian asintió. Le revolvió el cabello y, aprovechando que el joven no lo esperaba, se inclinó y le dio un beso en los labios.

El otro se quedó paralizado.

Su Qian sonrió y le susurró al oído:

—Recupérate pronto.

Luego, se dio la vuelta y salió.

Cuando se cerró la puerta, Su Yuzhou comprendió lo que quería decir.

Sentía el rostro ardiendo, como con fiebre, y el corazón acelerado.

Volvió al comedor, terminó su agua con miel, aunque no le supo tan dulce como antes.

Dingdong…

Un mensaje.

Sr. Su: [Volveré temprano hoy.]

Su Yuzhou sonrió, respondió con un emoji feliz y se preparó para comer. Pero recordó algo, salió de la conversación y revisó las llamadas perdidas.

Su papá había llamado.

Justo cuando iba a devolverle la llamada, llegaron nuevos mensajes:

Papá: [ZhouZhou, ¿te quedaste dormido otra vez? Hay que ser más diligente cuando se vive en casa ajena.]

Papá: [¿Está todo bien? ¿Recibiste la primera inyección del supresor?]

Papá: [¿Dónde vive tu amigo? Quiero visitarte y llevarte comida, pasteles y tu favorito de castañas.]

Papá: [No te preocupes, solo voy a ver cómo estás y agradecerle por cuidarte. No me quedaré mucho tiempo.]

Su Yuzhou se atragantó con el agua y empezó a toser con fuerza.


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