Mercader perezoso número uno del mundo de las bestias
Capítulo 14
Cabe señalar que el dragón negro era una persona muy paciente.
Después de innumerables repeticiones, Rong Mingshi sentía que no podía entender las palabras “piedra energética” y “tallador”. Su cabeza estaba llena de su propia voz… ¡un desastre total!
En su vida pasada, Rong Mingshi evitaba cualquier actividad que exigiera gran esfuerzo mental por sus problemas neurológicos. Sin embargo, de vez en cuando escuchaba a su abuelo hablar sobre negocios familiares, y a veces incluso podía hacer una o dos sugerencias. Su abuelo siempre decía que, si no fuera por su enfermedad, su nieto definitivamente habría logrado algo.
Por eso, Rong Mingshi aún tenía cierta confianza en su capacidad de comprensión. Pero entonces… ¿por qué hablar era tan difícil?
Sin embargo, no se rindió fácilmente. Aunque complicado, su actitud ante las clases con Aojia era positiva. Se esforzaba por controlar su lengua y cuerdas vocales mientras repetía cuidadosamente las palabras.
Después de miles de repeticiones, Aojia le acarició la cabeza y dijo:
—Lo haces muy bien. Estás progresando.
“¿…?”
Las orejas de Rong Mingshi se movieron al levantar la vista. ¿Eso fue un cumplido? Si había estado diciendo lo mismo una y otra vez… ¿Dónde estaba el progreso?
Aojia captó la duda en sus ojos y, con una sonrisa, le tocó las comisuras de la boca antes de frotarle la cabeza:
—¿Quieres que me transforme en bestia para enseñarte?
Rong Mingshi levantó la cabeza de inmediato, sus ojos claros fijos en él. ¿Estaba bien? ¿Y esta habitación era lo suficientemente grande?
Aojia lo alzó de la mesa y lo llevó a una sala más amplia. En un parpadeo, las manos que lo sostenían se convirtieron en poderosas garras de dragón, y el hombre frente a él volvió a adoptar la imponente forma que había visto en la estrella desolada. Esta vez, el tamaño del dragón se había reducido para caber razonablemente en el espacio.
En ese momento, el pequeño leopardo olvidó por completo que su propósito era aprender a hablar. Extendió sus patas y tocó las escamas del dragón, sus poderosas extremidades y sus majestuosas alas.
Hmm… su escultura anterior no era tan precisa. Le faltaban detalles reales, como la textura de las alas y el dinamismo de su cuerpo.
En la estrella desolada, solo había vislumbrado al dragón desde la distancia. Si bien captó su forma general y su aura, había omitido muchos detalles esenciales. Ahora, pensó que cuando encontrara el material adecuado, podría esculpir alas mucho más realistas.
Mientras tanto, se concentró en estudiar cuidadosamente la forma de Aojia. Cuanto más observaba, más notaba que su talla anterior había sido inexacta.
Una sonrisa suave se reflejó en las pupilas verticales doradas del dragón negro. Aojia dobló ligeramente las alas, colocó su cola delante de sus garras y, con una garra, sostuvo al leopardo concentrado y lo colocó sobre su espalda.
Rong Mingshi saltó sin dudar a la cabeza del dragón, entrecerrando los ojos para examinarla minuciosamente. Observó desde la frente hasta los ojos de Aojia.
Las pupilas del dragón se contrajeron ligeramente al sentirlo. El corazón de Aojia se ablandó. Aunque Rong Mingshi no había recibido formación profesional, sus movimientos eran los de un tallador experimentado: observación cuidadosa, percepción de detalles, estudio desde todos los ángulos.
Y esa mirada reflexiva le indicó que ya tenía en mente un nuevo diseño para su próxima talla. Este acto de tallar sin más propósito que representar su forma original con fidelidad le llenaba el corazón de una paz y estabilidad desconocidas para él.
El dragón sonrió y movió levemente sus garras para dejar que el pequeño lo explorara. El leopardo lo tocó varias veces, deslizó sus patas sobre las escamas, y finalmente, satisfecho, bajó por las alas del dragón.
Entonces recordó el propósito original de Aojia al transformarse y, algo avergonzado, se apresuró a acercarse a él.
Pero cuando levantó la vista, descubrió que Aojia ya dormía. Sus ojos dorados estaban cerrados, y de su aliento emergía un calor tan intenso que el pequeño leopardo sintió que iba a quemarse. Instintivamente retrocedió, pero luego avanzó lentamente sobre las garras del dragón, se acercó con sigilo y estiró una pata para tocar la nariz del dragón.
Sonrió, mostrando sus afilados dientes, y murmuró con suavidad:
—Aoji…
…Aojia.