Los siete Omegas de la familia Tang
Capítulo 4
Lu Cheng no podía evitar temblar; aún no lograba asimilar que Lu Tang Tang era su hijo con Tang Yi Yuan.
Dudó un momento antes de preguntar con cautela:
—¿Tuvimos un matrimonio forzado?
El rostro de Tang Yi Yuan se ensombreció. Frunció los labios y guardó silencio. Era cierto que ambos se habían casado apresuradamente por el embarazo, pero nunca lo había amenazado con usar a Lu Tang Tang como excusa. Fue Lu Cheng quien le propuso matrimonio.
Lu Cheng, interpretando su silencio como una confirmación, imaginó una historia de amor y odio en su cabeza. Con tono indignado, exclamó:
—Siempre te ha gustado contradecirme. Seguro planeaste tener un hijo conmigo justo después de que me junté con Fei Fei, para obligarme a dejarlo y casarme contigo. ¡Qué cruel eres!
El nombre del Beta era Ruan Fei, a quien Lu Cheng solía llamar de forma empalagosa “Fei Fei”. Si por Tang Yi Yuan fuera, nunca volvería a escuchar ese nombre en su vida. Lamentablemente, para el amnésico Lu Cheng, Ruan Fei seguía siendo su “novia” y él, el tercero en discordia.
La frente de Tang Yi Yuan palpitó de ira. Finalmente, explicó con esfuerzo:
—Ruan Fei es, en realidad, un Omega. Y ambos lo somos.
En el mundo interestelar, dos Omegas juntos era algo muy raro. Durante el estro, ambos se volvían frágiles y emitían feromonas, lo que hacía casi imposible atravesar el celo sin inconvenientes.
Lu Cheng se sorprendió al saber que Ruan Fei era un Omega. Después, su expresión se tornó comprensiva:
—¡Ah! Entonces tampoco quieres que lo atrape porque no pudiste tenerlo tú.
Tang Yi Yuan casi explotó. ¡La lógica de su esposo amnésico era insostenible! Con esfuerzo, se repitió a sí mismo: Es un Alfa con daño cerebral. No discutas.
Ajeno a la paciencia que Tang Yi Yuan ejercía, Lu Cheng examinó el anillo que llevaba en el dedo. Era un modelo común, barato, el tipo que se vendía en cualquier calle. Rió con desprecio:
—Si realmente te amara, al menos te habría comprado un anillo personalizado. ¿Cómo podría darte algo tan barato?
Con la riqueza de la familia Lu, era inconcebible ofrecer un anillo así a su Omega.
Tang Yi Yuan apretó la mano, y el frío del anillo le heló el corazón. Para Lu Cheng no valía nada, pero para él era invaluable.
Ya no pudo soportarlo más. Tomó el vaso de agua y le arrojó el contenido a la cara.
Lu Cheng se levantó de un salto, secándose con molestia:
—¡Tu carácter es tan explosivo! ¡Nada que ver con Fei Fei! Como dije, nunca podrías gustarme.
Se detuvo en seco al ver los ojos de Tang Yi Yuan enrojecidos, al borde del llanto. Instintivamente alargó la mano para tocarle las mejillas, pero Tang Yi Yuan apartó la cabeza y subió las escaleras sin mirarlo, cargando su pequeña maleta.
Lu Cheng se quedó inquieto. Sus ojos se clavaron en la escalera, y comprendió que tal vez había dicho algo verdaderamente cruel.
Mientras dudaba si subir a disculparse, sonó un teléfono.
—♪ Amo a mi Omega, sus labios son rojos y hermosos, es dulce y suave, es el más lindo del mundo, soy su Alfa tonto, Alfa tonto de por vida… ♪
La canción resonó en toda la sala. Lu Cheng miró desconcertado hasta que encontró el teléfono en su bolsillo.
“…¿Quién demonios puso ese tono? ¡No fui yo!”
Apagó el celular con irritación. ¡Qué vergüenza!
Lu Tang Tang, que había terminado de escribir, levantó la cabeza y lo miró con seriedad de adulto:
—Gran papá, escuché que perdiste la memoria. No te preocupes, papi y yo no te abandonaremos. Haremos todo lo posible por acomodarte. ¡Recupérate pronto!
Lu Cheng lo observó en silencio. Este niño era sin duda suyo.
Le acarició el cabello suave y, mientras miraba hacia el segundo piso, pensó: Quizá… podemos esperar un poco más antes de hablar del divorcio.
Por la noche, la villa estaba iluminada por luces suaves.
A la hora de la cena, Tang Yi Yuan ya se había calmado un poco. Frente a su esposo amnésico, solo podía mantener la paciencia. Primero recuperaría su memoria, luego vendría la venganza.
Los tres se sentaron como de costumbre. Sin sirvientes ni cocineros presentes, el ambiente era tranquilo. Tang Yi Yuan y Lu Cheng nunca habían sido de recibir servicio durante las comidas.
Sin embargo, hoy el ambiente estaba más tenso de lo habitual. Solo se oía el tintinear de platos y palillos.
Lu Tang Tang bebía lentamente su sopa nutritiva, ignorando el aire extraño entre sus padres.
Tang Yi Yuan, como siempre, dijo sin pensarlo:
—Pásame un poco de esa sopa.
Lu Cheng no respondió. Tang Yi Yuan suspiró, se levantó… pero entonces, Lu Cheng reaccionó. Tomó rápidamente la cuchara y sirvió un cuenco de sopa para él, murmurando:
—Los Omegas son tan delicados…
Aunque siempre había sido su “enemigo”, en el fondo Lu Cheng lo cuidaba.
Recordó una vez que Ruan Fei canceló una cita y Tang Yi Yuan, sin razón aparente, se ofreció a acompañarlo a escalar una montaña. Tang Yi Yuan se agotó enseguida, se quemó con el sol, pero aun así lo siguió hasta la cima. Y luego, lo llevó de vuelta a cuestas.
Por eso, servirle sopa ahora no le parecía nada extraordinario… excepto por el tono íntimo que usó Tang Yi Yuan, que lo hizo sentir nervioso. ¿Estará usando esta cercanía para desarmarme y luego dar el golpe final?
Ignorando sus pensamientos paranoicos, Tang Yi Yuan tomó el tazón y bebió lentamente.
Los ojos de Lu Cheng se detuvieron en sus mejillas suaves y pálidas, en sus pestañas caídas y los labios rojos humedecidos por la sopa. No podía dejar de mirarlo.
Su garganta se secó de pronto. Rápidamente bebió su propia sopa, de un trago. Debe ser el calor de la cena… o el enojo acumulado.
Tang Yi Yuan peló un huevo con delicadeza, separó la yema y la colocó en el plato de Lu Cheng.
Él, sin pensarlo, se lo llevó a la boca como si fuera lo más normal del mundo, murmurando en su mente: Los Omegas sí que son quisquillosos.
Pero el sabor del huevo, pelado por su némesis, era sorprendentemente dulce. Como si tuviera azúcar.
Los ojos de Lu Tang Tang brillaron. Con su cuchara pequeña, quiso pasarle su yema también, pero Lu Cheng le advirtió:
—No seas melindroso con la comida.
Un Alfa no debía ser quisquilloso. Debía aprender a comer de todo para ayudar a su Omega con lo que no le gustara.
Lu Tang Tang hizo un puchero y, con gran esfuerzo, se llevó la yema a la boca.
El gran papá amnésico es tan extraño como siempre… solo cuida a papá.
El niño movió sus pequeñas piernas, apoyó las mejillas en las manos y suspiró como un adulto.