Los siete Omegas de la familia Tang

Capítulo 1


Tang Bo Te es un general del Imperio. Debido a que sufrió lesiones, dejó su puesto y se retiró a casa para recuperarse, tomándose un tiempo para acompañar a su Omega. De paso, respondió a la política del Imperio y trabajó arduamente para concebir un bebé.

Trabajó tan, tan, tan duro, que su Omega, Yuan Qiu, quedó embarazado, como era de esperarse.

Tang Bo Te estaba encantado. Satisfecho consigo mismo, acompañó a Yuan Qiu al hospital para un chequeo obstétrico. Sin embargo, el médico se quedó perplejo al ver los resultados.

La prueba mostró que Yuan Qiu estaba embarazado de septillizos, un caso realmente raro que dejó a todos boquiabiertos.

Yuan Qiu quedó atónito. La primera reacción de Tang Bo Te fue de felicidad, pero su alegría no duró mucho: el médico comenzó a explicar lo débil que era el cuerpo de un Omega y lo peligroso que podía ser un embarazo múltiple.

El corazón de Tang Bo Te se estremeció.

Para él, nada era más importante que la salud de su Omega. Inmediatamente, con el rostro lleno de pesar, le suplicó a Yuan Qiu:

—No vamos a tenerlos… deshagámonos del embarazo.

El médico no esperaba que el temido general Tang, acostumbrado a los campos de batalla, se derrumbara hasta las lágrimas. No pudo evitar preguntarse si sus palabras habían sido demasiado alarmantes.

Yuan Qiu le dio un golpe en la cabeza con los resultados médicos en la mano y, furioso, exclamó:

—¡Este es nuestro hijo! ¿Cómo puedes decir que no lo queremos? Además, según la Ley Interestelar, ¡el aborto no está permitido!

Los omegas son cada vez más escasos, y la población interestelar disminuye con rapidez. Por eso, el Congreso aprobó una ley el año anterior que prohíbe el aborto salvo por razones médicas justificadas. Cualquier aborto fuera de esas condiciones está penado severamente.

Tang Bo Te, igual que Yuan Qiu, no quería renunciar a sus hijos, pero tampoco estaba dispuesto a arriesgar la vida de su Omega para tenerlos.

—Mientras yo esté aquí, esos viejos del Congreso no se atreverán a castigarte —afirmó con determinación.

El médico tosió suavemente.

—Según el estado físico del señor Yuan, abortar ahora sería aún más peligroso que continuar con el embarazo.

Al oír esto, Tang Bo Te se sintió aún más angustiado. Sostuvo la mano de su pareja con fuerza y preguntó, desesperado:

—¿Entonces qué hacemos?

Yuan Qiu se tocó el vientre con ternura y tomó una decisión.

—¡Vamos a tenerlos!

El médico sonrió para tranquilizarlo:

—Con la tecnología médica actual, podemos cultivar los embriones in vitro tras la formación inicial. No será tan riesgoso.

Durante el embarazo, Tang Bo Te se dedicó por completo a cuidar a Yuan Qiu. Cocinaba, servía té y agua, y no se alejaba ni un paso. Si Yuan Qiu tenía fiebre o dolor de cabeza, llamaba de inmediato a la ambulancia interestelar.

Más de una vez arrojó al médico por los aires en medio de sus ataques de pánico. Aunque este se enojaba, no se atrevía a protestar. Solo podía rezar en secreto para que los Omegas del general nacieran pronto y así se liberara de su tormento.

Yuan Qiu, desesperado por el escándalo que armaba Tang Bo Te ante cualquier nimiedad, intentó convencerlo varias veces de que se calmara. Fue inútil. Al final, tuvo que resignarse a su exagerado sentido de la responsabilidad.

Meses después, cuando los embriones fueron trasladados al cultivo in vitro, Tang Bo Te por fin respiró aliviado… aunque pronto empezó a preocuparse por los bebés. No fue sino hasta medio año después, cuando comenzaron a nacer uno por uno, que logró relajarse por completo.

Los siete niños nacieron sanos, excepto el más pequeño, que era algo más delgado y tuvo que permanecer en incubadora un tiempo.

¡Y sorprendentemente, los siete eran Omegas!

Este evento tan improbable fue digno de aparecer en las noticias interestelares.

Tang Bo Te estaba tan feliz que no podía cerrar la boca. Miraba a uno, miraba a otro, y al final no resistió darle un beso en la frente a Yuan Qiu.

Yuan Qiu contemplaba a los siete Omegas con una sonrisa. Eran tan parecidos, que no podía distinguir quién era quién.

El día del alta hospitalaria, el pequeño Xiao Qi, que había estado en incubadora, también fue dado de alta. Aunque era más frágil que sus hermanos, el médico aseguró que, con los cuidados adecuados, crecería sano y fuerte.

Tang Bo Te, emocionado, deseaba abrazar a todos sus hijos al mismo tiempo, pero lo intentó varias veces sin éxito: ¡eran demasiados! Una dulce preocupación.

Yuan Qiu se cubrió los oídos con una sonrisa:

—Ten cuidado de no lastimar a los niños.

Tang Bo Te, resignado, eligió abrazar a Yuan Qiu, mientras el ama de llaves y los asistentes se encargaban de los pequeños.

La noticia del nacimiento de los siete Omegas en la familia del General Tang se difundió rápidamente. Los reporteros se agolparon frente al hospital. Era un acontecimiento único, tanto por el número como por el estatus de la familia.

Tang Bo Te acompañó a Yuan Qiu a la salida sin decir palabra, pero su rostro irradiaba orgullo y felicidad. Los guardias de seguridad los escoltaron, y los siete pequeños Omegas iban bien cubiertos. Los periodistas lamentaron no poder verles el rostro, pero incluso las tomas lejanas bastaron para encender las redes.

Después de que se transmitió la noticia, Tang Bo Te se convirtió en el «suegro nacional» más envidiado del universo.

22 años después, los siete Omegas de la familia Tang crecieron con delicadeza y gracia. A pesar de ser nacimientos múltiples, todos se veían distintos y tenían personalidades únicas.


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