Hermandad

Capítulo 2


El mercenario de Woolriver exhaló salvajemente y metió un pene sucio en el agujero esponjoso de Jürgen. El cuerpo peludo, maloliente e incómodo de este hombre aplastaba el cuerpo esbelto de Jürgen. El anciano gordo se movía como un jabalí mientras apretaba la diminuta cintura de Jürgen y presionaba su espalda contra su sudoroso y abultado pecho.

Jürgen gimió lastimosamente.

Un chorro de agua brillante corría por sus suaves mejillas. El hombre que golpeaba descuidadamente sus nalgas de repente movió su mano para agarrar esa pequeña cabeza con fuerza. El cuerpo de Jürgen temblaba mucho. La mitad de ese feo pene lo atravesó.

Woolriver se rió.

—Este cachorro es fácil de masticar… lol.

Incluso sabiendo que el joven estaba en un dolor profundo, continuó perforándolo; la cara del anciano se contrajo y se volvió aún más feroz. Woolriver levantó la mano en un acto apresurado de extrema violencia. La cabeza de Jürgen rebotó.


El líder de los mercenarios Black Eagle era conocido por sus actos violentos en la cama. Fueron muchas las prostitutas que terminaron al borde de la muerte después de pasar solo una noche con él. El anciano que compró a Jürgen esperaba que tuviera al menos algún nivel de técnica y experiencia para darle alegría.

—¡Es basura! ¿Cómo sabes que es uno de tus mejores hoyos? ¿Oye?

Sin embargo, las altas expectativas se vieron defraudadas cuando Jürgen no pudo soportarlo más y siguió colapsando durante el salvaje acto. La aparición de finas membranas de hilo carmesí empezó a manchar las gastadas sábanas. Jürgen no podía mover su cuerpo correctamente; sentía un dolor punzante y punzante en su agujero.

Incapaz de satisfacer por completo la necesidad de Woolriver, Jürgen lloró cuando Woolriver volvió a perforar su trasero hecho jirones. Era más que obvio: Jürgen no tenía experiencia. Era solo un rostro suave y delicado con ojos brillantes.

Aunque para Woolriver solo era basura. Debido a esto, el mercenario se enojó con el dueño del lugar, Wingel.

Wingel era el dueño de ese lugar, que tenía en su fachada un letrero que anunciaba “La Casa del Ángel”. Ese cartel fue diseñado al día siguiente que Jürgen llegó.

—Oh, apreciado invitado… Jürgen es claramente el Ángel más cotizado de esta casa.

—¡Cállate! Prefiero hacerlo con un cerdo que con ese agujero.

El negocio de Wingel era muy popular; mientras tuvieras con qué pagar, realmente no importaba qué uso le dabas a la mercancía. Pero Woolriver era especial, era conocido por ser rudo y uno de los mercenarios más violentos. Wingel era solo una mosca y tuvo que agachar su cabeza y disculparse por el mal servicio. Woolriver estaba enojado y se retiró después de recibir un reembolso.

—¡¿Este idiota no pudo hacer su trabajo apropiadamente?!

Por supuesto, que cuando el cliente se fue, Wingel estaba enfurecido y golpeó a Jürgen.

—¡Eres un chico malo! ¡Muy malo!

—¿Ya no puedes usar correctamente tu agujero? ¿Eh? ¿Tenías que abrir las piernas y dejar que te cogiera? ¡¿No puedes hacer eso?!

Jürgen, que era golpeado por una escoba, sollozó, mientras sentía cómo una mano sujetaba fuertemente su cabello y lo sacudía, tirándolo al suelo y gritándole con frialdad.

—¡Consigue más clientes ahora mismo! ¡Gana dinero para tu propia comida!

Jürgen, mirando al piso, asintió. Mientras escuchaba la risa burlona de Wingel, quien le tiró al piso una bata para que cubriera su cuerpo desnudo.

—¡No seas un idiota!

Jürgen se tambaleó y agarró la ropa. Luego se dirigió a la habitación lateral. Era evidente que él era el símbolo de la casa del ángel. Cuando cumplió los veinte años, la popularidad de Wingel alcanzó su punto máximo, uno nunca antes visto y, desde entonces, había experimentado un fuerte declive. Cuando Jürgen llegó a la edad de los veintes, los que lo buscaban constantemente fueron prescindiendo de su servicio.

Aunque se puede decir que Jürgen era una belleza típica por sus mejillas como una rosa, su raro cabello platinado y su piel blanca como la nieve. Había muchos otros chicos en la casa de los ángeles que eran como él. Y la mayoría de ellos eran incluso más jóvenes. Por lo que con el paso del tiempo comenzó a parecer más maduro. A medida que la grasa de sus pechos fue creciendo gradualmente. Al cumplir los veinticinco años, su cuerpo era muy esbelto y diminuto; sin embargo, había nacido con un útero masculino.

Ya no podía usar ropa ajustada o cantar en voz alta. El cuerpo flaco y esquelético, carente de músculos, era completamente diferente al de una mujer. Además, había muchos cantantes masculinos que tenían un agujero menos perforado que Jürgen, quien desde una edad temprana lo habían forzado a este tipo de trabajo.

Los visitantes que pagaban por la compañía de Jürgen en el pasado comenzaron a pagar por la compañía de otros ángeles y él pasó a ser un prostituto veterano, que era lo mismo que una basura, algo despreciable.

Wingel criticaba y reprendía a Jürgen, viéndolo con desprecio. Cuando Jürgen era joven, el hombre que ahora actuaba como si fuera a perder su vesícula biliar, era dulce. Pero si no podía traer dinero, entonces lo trataba con dureza.

Al final, Jürgen salió a la calle para atraer a un invitado con esa ropa traslúcida y vulgar. De hecho, era el acto más bajo en el que podía caer un prostituto. Había muchos riesgos en la calle, desde borrachos hasta mercenarios a los que no les importaba matar mientras perforaban un agujero. Podría ser acosado, secuestrado o golpeado.

Pero nada de eso importaba y fue obligado a salir casi desnudo por la calle.

Jürgen, que entró en la habitación, se acuclilló sobre la palangana y raspó el semen con sangre seca de su interior. Estaba limpiando tan bruscamente su cavidad interna que podía sentir cómo él mismo abría nuevas fisuras por la suave y delgada pared. Aguantando el dolor, se cambió la ropa y salió por la ventana.

—Daño.

Lo de Woolriver fue rápido. Sin embargo, el área alrededor de su ano había quedado prácticamente despellejada. Si recibe un pene en ese estado, definitivamente será muy doloroso. Incluso ahora tendrá problemas para ir al baño por un tiempo. De todos modos, Jürgen no podía rebelarse en contra de las órdenes de su proxeneta.

—Solo hazlo y sigue haciéndolo hasta que consigas dinero.

Wingel dijo que le daría el trato más ruin y cruel si él no llegaba con una cierta cantidad de dinero. Eso era realmente repugnante y escalofriante a la vez. Jürgen no quería interactuar con los bastardos cerdos de allá afuera.

—Te traeré la cantidad que me pidas.

Jürgen continuó mostrando un comportamiento que no encajaba con su personalidad extrovertida; sin embargo, había perdido toda esperanza y simplemente acató las palabras del proxeneta y salió a mostrar su trasero en busca de dinero. En medio de su desesperación, Jürgen tomó la mano de un transeúnte.

—¡Aléjate!

La reacción fue la esperada. Todos lo miraban con desaprobación y aunque Jürgen estaba seguro que muchos de ellos se comportarían diferente en el local de Wingel, en la calle la realidad era otra. El transeúnte desapareció molesto, escupió directo al rostro de Jürgen y lo arrojó. Jürgen se tambaleó, mientras veía cómo un borracho ponía sus manos sobre una mujer prostituta, estrujando sus senos en plena vía pública. Ambos estaban riendo.

Después de un momento, volteó la cabeza.

Ni siquiera podía hablar con un policía; nada, estaba completamente solo. Wingel lo mataría si su nombre se veía involucrado en un escándalo.

—Lo haré más barato.

Se acercó de nuevo a otro transeúnte y se colgó de su brazo. A diferencia de otros prostitutos, Jürgen suplicó, sin temblar ni gritar, solo susurró. Cuando hablaba así, los tipos que tenían esos gustos asquerosos se retorcían. El problema era que la mayoría de esas personas tenían absurdos comportamientos sexistas, pero en esta situación urgente en la que se encontraba, Jürgen no tenía ninguna otra opción.

—¿Acaso eres un perro sin dueño?

Un cliente potencial puso la mano sobre su pecho y comenzó a frotarlo. Luego, inconforme, el hombre se soltó del desesperado agarre de Jürgen. Fue cuando él sollozó. Su rostro inclinado y finas facciones lo hacían ver muy atractivo y seductor. Sin embargo, con una expresión sutil en su rostro, el transeúnte miró a Jürgen y este le devolvió la mirada.

—Te daré la cantidad que quieras.

Luego, como si el hombre estuviera sacudiendo la mano de Jürgen, éste se separó, tragó saliva y exhaló un suspiro de alivio.

Hoy podría evitar los azotes de Wingel. En el momento que escuchaba eso, escuchó una voz.

—El marqués de Wissen finalmente ganó.
—¿Qué? Entonces, ¿ese marqués se está convirtiendo en un pavo real peligroso ahora?

—Dado que ahora todos los Wissen han muerto, no tiene otra opción.

El hombre tomó a Jürgen del brazo.

—¿Cuánto cuestas?

Cuando Jürgen se percató de la pregunta, el hombre estaba enmarcando una ceja.

—¿Qué?

Después de hacer esa solicitud, el hombre miraba el rostro de Jürgen con una mirada molesta. ¿No le agradaban los hombres que vendían sus cuerpos? Luego Jürgen pudo sentir un escalofrío ante esa mirada feroz.

—Uh, oye…

El rostro de Jürgen estaba pálido y exhausto. En ese momento, Jürgen no pudo continuar estrechando la mano del hombre que lo estaba guiando. Dejando atrás todo lo que había dicho, Jürgen soltó ese suave toque y corrió entre una multitud. Para su mala suerte, las personas que se cruzaron con él eran mercenarios.

—¿Qué está pasando? —¿Qué es esto?

Jürgen no era así, en otras circunstancias ese era uno de los mejores clientes que podría haber conseguido, sin embargo estaba muy asustado. Él había sido domesticado por un proxeneta feroz y perdió toda esperanza desde su infancia. Aprendió a vivir en un burdel y a soportar el dolor de ser perforado una y otra vez, hasta que su ano se desgarrara. Nadie se preocupaba por él.

—Wissen, el artista Wissen ganó… ¡Ay! —¡Oye, tú perra loca!

Jürgen accidentalmente chocó con uno de los mercenarios, era algo inevitable.

—¡Oye Patrick, creo que esa perra quiere coger contigo! Ábrele las nalgas y coge con él.

A simple vista, fue un acto imprudente correr hacia ellos. Esos mercenarios estaban perdidos de borrachos por el alcohol y si regresaba con hematomas en su cuerpo, Wingel estaría molesto.

—¿Puedo meterla primero? —¡Oh! ¡Mira esas nalgas!

Jürgen, que estaba nervioso, se dio cuenta demasiado tarde que su muñeca había sido sujetada con fuerza por uno de los mercenarios. Era demasiado tarde para correr. Los hombres se burlaron de él y tocaron todo su cuerpo sin delicadeza.

Jürgen sollozó. Su rostro era realmente hermoso, y eso provocó que una lasciva sonrisa se dibujara en el rostro de esos hombres.

—¡Detente! ¡Déjame ir!

—¿Pero qué? ¿No eres tú un prostituto?

El mercenario, que volvió a mirar el rostro empapado en lágrimas de Jürgen, sonrió con una mirada libidinosa. No pasó mucho tiempo antes de que se revelara un bulto entre sus piernas. Agarró el culo de Jürgen con una de sus manos. Pero nuevamente un grito salió de su boca.

—¡Detente, detente ahora mismo! —¿Y si no? —¿Y si no quiero?

—Eso, eso es.

—¿Qué? ¿Qué puede hacer alguien como tú?

El mercenario apretó más la muñeca de Jürgen mientras se burlaba de él. Jürgen, que tenía las caderas torcidas, gritó. Las risas se extendieron entre los hombres que lo rodeaban.

—¡Déjame ir!

La escena era terrible. Jürgen estaba sollozando y gritando, mientras los hombres se reían de él y lo tocaban sin consideración. Esa situación, por muy mala que se viera, era algo común de ver en las calles circundantes a los burdeles. La gente simplemente ignoraba la revuelta. Jürgen se convirtió en presa de esos lobos de una manera muy estúpida y fue acosado sin poder hacer nada al respecto.

Jürgen, presa del pánico, movió delicadamente su mano y suavemente acarició la mejilla del mercenario, llegando a un punto donde con sus uñas rasgó su piel.

—¡Ahhh! ¡Patrick! ¡Tu rostro! —¡Oye! ¡Estás sangrando!

Una llama feroz se asomó por los ojos de un mercenario llamado Patrick.

—¡Este perro!

Era un insulto para cualquier mercenario que un patético prostituto viera su sangre correr. El hombre que estaba riendo hace unos momentos levantó los puños contra Jürgen. La rabia lo había vuelto una bestia.

El tratar de enfrentarse a él lo convertiría en un pastel de sangre y huesos rotos. Sin embargo, Jürgen tenía a su favor que los hombres estaban muy borrachos y el mercenario tropezó sin poder alcanzar a golpear su objetivo.

Fue porque una mano detuvo el golpe.

—¡Bien…! ¡¿Qué demonios?!

—¡Patrick!

El mercenario perdió por completo la conciencia cuando un certero golpe lo impactó directamente en el rostro.


—Uh, uh…

—¡¿Qué diablos…?!

Fue un hombre muy alto, con un cuerpo tonificado, quien había protegido a Jürgen. Se veía docenas de veces más escalofriante que los mercenarios ahí reunidos. El hombre de pelo castaño había apretado tan fuerte la muñeca de Patrick que la había roto. Sus compañeros estaban impresionados y corrieron hacia él, pero su final no fue diferente al del otro mercenario.

Todo pasó en un instante. Los mercenarios estaban retorciéndose de dolor y gimiendo en el suelo. Finalmente, Jürgen no pudo evitar la curiosidad de ver al hombre, no podía comprender lo que había pasado. No sabía si agradecer al extraño o salir corriendo de ahí. El hombre de aspecto intimidante lo miró durante un tiempo y luego se dio la vuelta. Cuando el hombre comenzó a distanciarse más y más, Jürgen se despabiló y gritó.

—¡Espera!… ¡Detente!

El cuerpo del hombre que estaba alejándose se detuvo. Jürgen corrió hacia él y rápidamente le tomó el brazo.

—Estás sangrando.

No era una situación normal, sin embargo, Jürgen no podía dejarlo ir así nada más. Trató de mostrarle su agradecimiento de la única forma que podía.

—Limpiaré la sangre por ti.

Al ver al hombre que lo salvó herido, dejó de preocuparse por lo que estaba o no bien y simplemente se ofreció a ayudarlo. El hombre lo miró fijamente; la mirada penetrante le hacía temblar. Sin embargo, esa mirada estaba vacía, no tenía nada, ni sentimientos ni brillo, era total oscuridad.

Jürgen dudó un poco, pero después lo guió a su habitación.

—Lamento traerte a un lugar como este, pero solo te curaré, no te haré nada malo.

Jürgen lamentó francamente llevar a un hombre que parecía ser una buena persona a ese horrible lugar.

—¿Qué tipo de persona creerá que soy al entrar a ese lugar?

Ese hombre había barrido el suelo con un grupo de violentos mercenarios con tremenda facilidad. Todo pasó en cuestión de segundos. A primera vista, era un hombre peligroso, pero ¿no fue él el primero en actuar imprudentemente?

Incluso con esos pensamientos, Jürgen negó con su cabeza y se acercó al hombre pensando que solo era una cuestión de gratitud, nada más. Aunque desafortunadamente fue obligado a vender su cuerpo desde una edad muy temprana, aún tenía unos vagos recuerdos de una vida como noble. Recuerdos que estaban enterrados y confusos tras una caída que sufrió de niño. La nostalgia de aquellos vagos y difuminados recuerdos no era comparable con el pequeño niño que fue vendido y obligado a entrar en la madriguera del ratón para ser despedazado.

—Levanta los brazos, por favor.

Ante eso, Jürgen solo estaba intentando dar una misera gratitud.

Jürgen se acercó al hombre que estaba sentado en la cama y desabrochó la camisa ensangrentada. Estaba pensando que sería buena idea lavar la ropa del hombre que se había ensuciado por su culpa.

El hombre siguió obedientemente sus instrucciones.

Al retirar la camisa, Jürgen pudo ver el pecho bien formado del hombre. Era un cuerpo entrenado, musculoso, con cicatrices de lo que debieron haber sido terribles heridas. Parecía ser tan duro como el acero. Jürgen dudó un poco, pero después sacó un paño y lo humedeció con agua y una mezcla de hierbas que utilizaba para cicatrizar su ano cuando se rompía por su trabajo. Comenzó a curar y limpiar la herida en el cuerpo de ese hombre.

El hombre no separó la mirada de Jürgen en ningún momento.

Cuando Jürgen notó esa mirada insistente, frotó los nudillos ensangrentados con el paño. Los ojos azules de ese hombre parpadeaban lentamente. El paño se fue tiñendo de rojo carmesí y cuando terminó de limpiar toda las zonas lastimadas lo retiró sonriendo gentilmente.

—¿Puedo tomar un poco de leche caliente? —El hombre hizo esa petición en voz baja.

—Lo siento, eso no es posible.

Jürgen abrió los ojos y se quedó paralizado. El hombre tomó la muñeca temblorosa de Jürgen, mientras éste estaba erguido.

—¿No estabas tratando de hacer esto antes…?

Jürgen, que tenía un rostro pálido, puso su mano sobre la del hombre y gentilmente la empujó.

—No, solo no quiero hacer eso ahora… Lo siento. No puedo.

Wingel golpeó la puerta de la habitación de Jürgen, diciendo que tenía un hombre para que pasara la noche. Esas palabras aterrorizaron a Jürgen, quien miró al hombre nuevamente y comenzó a quitarse la ropa.

Limpiò rápidamente su cuerpo con una toalla húmeda. Jürgen cerró los ojos con fuerza; esta situación era tan patética. El hombre no dejaba de mirarlo, y Jürgen comenzaba a sofocarse.

—Págame…

Tener dignidad no le serviría de nada. Así que Jürgen escupió esas palabras con urgencia.

—Pequeño roble de flores… ¿Qué estás diciendo?

También era divertido decir que recompensaría a su benefactor, pero en esta situación no tenía otra opción más que pedirle dinero. Era su única salida.

Sabiendo eso, Jürgen siguió hablando, apretando fuertemente sus ojos, ante una frustración inmensa que llenaba su corazón.

—En su lugar, te daré el servicio que tú desees.

No tenía otra opción; era ganar el dinero de hoy por medio de ese hombre o tener que ser perforado por una bestia y después golpeado por Wingel.

Aún así, el hecho de que se involucró en una pelea pronto llegaría a los oídos de Wingel. Era cuestión de tiempo para que lo castigaran. Wingel no lo iba a dejar escapar libre de esta.

—¿Vas a…?

Esto era mejor que ser golpeado y mutilado. El hombre se rió suavemente.

—¿Servicio?

El tono fue sarcástico y Jürgen agachó la mirada avergonzado. El hombre se le quedó mirando por un buen rato y se movió hacia la cama.

Jürgen vaciló, pero se acercó a él.

El hombre extendió su mano y rodeó la estrecha cintura de Jürgen con uno de sus brazos. Jürgen hizo una pausa por un momento, abrió sus piernas y colocó sus caderas sobre el hombre; estaba acostumbrado a levantar sus talones y apoyar sus manos en las rodillas del cliente.

Sus nalgas eran suaves y blandas como la nieve; al abrirse de piernas, su agujero quedó abierto. El ano de Jürgen no estaba completamente sanado y menos con lo que habían hecho en la pelea. El hombre colocó un dedo en la suave cavidad interior de Jürgen. Al moverse, notó que la cavidad estaba inflamada y rasposa, parecía desgarrada.

Unos gruesos dedos comenzaron a excavar en su delicado interior. El ano que comenzaba a humedecerse fue empapado de aceite.

Suaves caricias lo envolvieron; los dedos del hombre eran suaves en su tacto.

—Oh, sí…

Murmuró el hombre mientras observaba el pecho de Jürgen.

—¿Cuál es tu nombre?

Fue una pregunta normal, pronunciada por un rostro inexpresivo. Jürgen respondió tratando de reprimir sus gemidos.

—Yo… Soy Mitchell.

Sus manos temblaban mientras sus nalgas estaban siendo abiertas. Todo su cuerpo se retorcía con un placer desconocido. La mandíbula de Jürgen tembló finamente. El hombre estuvo estimulando su ano con sus dedos un buen rato.

Una extraña conversación dio inicio de repente.

—Estaba buscando a un hombre llamado Wissen.

Jürgen respondió jadeando.

—Oh.

—¿Conoces a alguien llamado así?

Por supuesto que Jürgen conocía ese nombre, pero hacía décadas que no lo escuchaba salir de ninguna boca.

—Una ciudad lejana… Sí… Fue un vizconde.

El dedo en su interior se detuvo. Jürgen no pudo contener la respiración y terminó por escupir un gran suspiro.

Después del silencio, la conversación fluyó.

—¿Te refieres al vizconde de Wissen?

Jürgen se tocó sus labios con el rostro sonrojado y emitió un murmullo casi inaudible.

—Sí.

El hombre no se movió ni dijo una sola palabra por un rato. Jürgen estiró suavemente su mano hacia atrás y tocó el ano dilatado.

—Ya veo, yo también soy de la tierra de Wissen.

La voz fue suave.

Jürgen se subió a la cama, apoyó su rostro y levantó sus caderas en espera de la inserción.

El hombre se movió lentamente.

Su cuerpo se estremeció en la cama. Al escuchar el sonido de la cremallera abriéndose, Jürgen apretó la sábana con sus puños. Cuando la erección se acercó y rozó su agujero, Jürgen pudo sentir un tamaño espeluznante y contuvo la respiración.

Era enorme; con ese tamaño, podría cobrar el doble o el triple. Su cuerpo no lo soportaría. Pero Jürgen simplemente decidió callar. El hombre no tenía malos modales en el sexo y recibir dinero por esas suaves caricias no era tan malo.

Pero cuando el pene de tamaño inimaginable lo perforó, Jürgen se arrepintió de esos pensamientos.

—¡Ah!

Jürgen gritó mientras apretaba la sábana. El hombre había sido muy considerado con él; sin embargo, Jürgen notó cómo la sangre comenzaba a salir de su roto ano de todas formas. Habría sufrido mucho y no importa qué tan cuidadoso fuera, al final él ya estaba roto.

—¡Oh! ¡Woow!

Todo su cuerpo fue sacudido debajo del enorme cuerpo del hombre. Era una sensación que nunca había experimentado con ningún otro cliente. Jürgen dejó que la mano del hombre frotara su trasero, sin pensar en detenerlo o cerrar su agujero.

El enorme pene perforaba rápidamente la resquebrajada cavidad interior. Llegó un punto donde Jürgen comenzó a reprimir sus sollozos y el hombre comenzó a entrar y salir de su agujero más lentamente, pero Jürgen finalmente gritó.

—¡Oh! ¡Duele! ¡Duele!

El hombre extendió su mano y secó las lágrimas de Jürgen, quien se sorprendió del suave toque y se encogió de hombros. Se escuchó una suave y tierna voz.

—Bien.

Una mano acarició la frente de Jürgen.

—¿Eh…?

Esas palabras calmaron su mente. El cuerpo de Jürgen se relajó y la tensión en su ano disminuyó, permitiéndole al hombre poder moverse lentamente dentro de él.

Mientras su pene lo perforaba, el hombre acarició el cabello platinado de Jürgen y tiró de él con una fuerza suave y moderada, no le iba a hacer daño. La barbilla de Jürgen estaba levantada, mientras su cabeza estaba echada hacia atrás. Las caderas de Jürgen fueron sacudidas; unos susurrantes sollozos salían de la boca de Jürgen.

Podía sentir la enorme erección perforarlo y llegar hasta sus intestinos. Finalmente colapsó.

Cuando despertó, su ano estaba escurriendo semen tintado de rojo. Y el hombre yacía a un lado de la cama fumando un cigarrillo. Jürgen emitió un suspiro.

Una voz lúgubre fue sonora.

—¿Dices que estabas haciendo un servicio?

Jürgen respondió con rudeza.

—¿Qué más quieres?

El hombre mordió el cigarrillo en sus labios.

—Vete si no quieres nada más.

Sin embargo, Jürgen exhaló un pequeño suspiro.

—¿Qué tal si intentas masturbarte?

Parecía que el hombre lo deseaba demasiado. Sí, lo había hecho con anterioridad, pero pensaba que era incapaz de poder sentir placer.

—No hay nada que me repugne más que eso.

El hombre levantó su mano y barrió los labios de Jürgen mientras se reía. Jürgen lo miró y pensó que esa sonrisa era encantadora. Dudando, Jürgen se arrodilló y lo miró fijamente y en silencio. En poco tiempo, el hombre extendió su mano señalando la mesa.

Jürgen subió con cuidado a la mesa, mientras el hombre le susurraba al oído.

—¿Qué tal si lo intentas con una vela, eh?

Jürgen asintió, tomó la vela y abrió sus piernas. Se apoyó en los hombros del hombre para no caer y pudo vislumbrar sus propias extremidades abiertas ante ese hombre. La mano de Jürgen bajó lentamente hasta su agujero y él mismo colocó la vela en su cavidad. Su húmedo agujero succionó la larga y delgada vela sin dificultad.

Jürgen se encontraba moviendo la vela con su mano. Extrañamente comenzó a expulsar suaves gemidos.

—Ah…

El interior de la habitación de Jürgen no estaba muy iluminado; era oscuro. La luz del amanecer penetró débilmente a través de la ventana y uno de esos rayos de luz atravesó la mesa. Esa tenue luz iluminó la blanca piel de Jürgen, que se encontraba jugando con su mano. Separó aún más sus piernas. Nuevamente, él gimió fuertemente. Jürgen inclinó su barbilla y se cubrió el rostro. Estaba pensando que era una imagen muy sucia.

—Ah…

El que lo veía mientras se masturbaba habló.

—No puedo verte.

Jürgen, con las manos detenidas, se acostó en la mesa y abrazó una de sus piernas, dejando expuesto su agujero al hombre.

—¿Puedes verlo mejor ahora?

El hombre rió juguetonamente.

—Mucho mejor.

Luego murmuró.

—No puedo creer que realmente vendas tu cuerpo.

Jürgen no supo el significado de esas palabras. Solo podía gemir y raspar su interior con la vela. La mirada del hombre estaba atrapada en el ano perforado de Jürgen. Su suave cavidad aceptó la vela fácilmente.

Sus piernas estaban completamente extendidas, con la mirada del hombre que no se despegó de ese ano rojo.

—¡Ohhhhhh!

Jürgen insertó la vela profundamente en su agujero y, sin poder reprimir su creciente placer, eyaculó. El hombre que lo miraba con un rostro inexpresivo decepcionó a Jürgen. Incluso cuando él estaba revoloteando como un pez ante el placer, la expresión en el rostro de ese hombre era fría, como si viera algo desagradable.

El hombre se levantó y dejó de mirar al jadeante Jürgen. Este se estremeció cuando sintió un traqueteo que provenía de la cama. Volteó la mirada y abrió grandemente los ojos al ver todas las monedas de plata que estaban siendo regadas.

El hombre lo volvió a mirar con una expresión fría.

—¿Eh?

Unas palabras surgieron.

—Perteneces a la casa del ángel.

Esas simples palabras hicieron que el rostro de Jürgen se desfigurara. Jürgen sintió su corazón ser despellejado. Es algo que tendría que cargar toda su vida.

Tres días después, el hombre fue a la casa del ángel y solicitó el servicio de Jürgen.

Al día siguiente también.

El día después de ese también. El día siguiente también.

Había pasado más o menos un mes.


El hombre dijo ser Mac Miller, un caballero del nuevo marqués de Wissen.

Maximilian Wissen, ahora marqués, lo había enviado a la capital para investigar sobre un asunto personal.

Ese hombre se convirtió en el cliente de Jürgen, un prostituto, y suavemente le susurró unas palabras.

—¿Pero cómo puedes hacer esto? —¿Qué?

La voz era contundente. Jürgen yacía en la cama y lo miraba sin comprender bien la pregunta. El rostro bañado por los suaves rayos del sol suavizó la fría expresión y lo que parecía una lúgubre atmósfera se fue suavizando.

Jürgen miró al apuesto hombre por un momento e inclinó su cabeza. Sin esperanza de cambiar esa expresión, se metió bajo la manta y fue directamente hasta la ingle de ese hombre. La mano del hombre cayó inmediatamente sobre la cabeza de Jürgen sin hacer presión.

Jürgen bajo la manta oscura, chupaba la gran erección del hombre. Sus labios eran delgados y podía sentir cómo la erección estaba palpitando. Con la sangre comenzando a circular, Jürgen trató de tragar esa gruesa vara de enorme grosor; sin embargo, ni siquiera podía meterla por completo en su pequeña boca, trataba de hacerlo lo mejor posible.

La mano que estaba sobre su cabeza comenzó a presionar cada vez con más y más determinación.

Jürgen gimió, mientras el pene del hombre perforaba lentamente su garganta.

—Ohhhh.

El pene bloqueaba su garganta, su boca estaba completamente abierta y trató de introducirlo hasta su úvula. El tamaño del pene que entraba aumentó y presionó a Jürgen. Éste, que estaba temblando, se movió. El semen comenzaba a derramarse desde su boca, su rostro estaba sonrojado y cubierto de saliva, mientras que sus ojos estaban humedecidos.

—¡Due…! ¡Puag!

Jürgen jadeó. Se apoyó en las piernas del hombre y lo miró. La sangre comenzaba a escurrir de la comisura de la boca de Jürgen. Sus mejillas estaban convexas. El hombre estaba llevando su mano a la boca de Jürgen, pero éste rechazó el contacto y negó con la cabeza mientras tragaba el semen restante en su boca. En ese momento se arrugó la frente del hombre.

—¿Quién eres?

Jürgen escupió una risa sarcástica ante esa absurda pregunta. Ahora ya estaba acostumbrado a la frialdad de ese hombre. Sabía que él, aunque en el exterior parecía rudo, era realmente muy amable con él.

Ignorando la pregunta, Jürgen respondió.

—Gracias.

—¿Gracias?

Jürgen solo miró al hombre en silencio. Wingel no le había vuelto a golpear desde que ese hombre había llegado. Ante ese pensamiento, su corazón se detuvo.

—Sí, gracias.

Jürgen miró al hombre de brillantes ojos azules curvados. Estaba verdaderamente agradecido. Era un hombre muy apuesto, de unos veinticinco años, se veía educado. Un hombre tan atractivo como él seguramente era admirado y deseado por personas muy importantes. Por mucho que Jürgen fuera guapo, él ya era demasiado viejo como prostituto. Tomando en cuenta que comenzaron a prostituirlo desde muy pequeño, no tenía sentido que el caballero de un marqués le otorgara su protección. Él era demasiado realista.

La vida no tenía nada bueno que ofrecerle.

—Gracias, Mac.

Para Jürgen, la llegada de ese hombre fue un milagro.

Mac miró esos ojos llenos de sinceridad y se asombró un poco. Jürgen tenía una ligera sonrisa en su pálido rostro. Hubo un silencio confortable durante un rato.

Los labios de Mac se abrieron lentamente.

—Este trabajo, ¿podrías dejar de hacerlo?

Fueron unas palabras que dejaron perplejo a Jürgen.

—¿Qué?

Ante esa pregunta, Mac no dijo nada más. Simplemente mordió el cigarrillo en su boca un par de veces y luego lo frotó en el cenicero de la mesita de noche.

—Ven conmigo, Mitchell.

En ese momento, los ojos de Jürgen se abrieron de par en par. Mac escupió una vez más.

—Sígueme, estoy seguro que el marqués de Wissen te protegerá.

En esos momentos, Jürgen estaba más que listo para romper con ese hombre. El hombre, que había llegado a la capital por órdenes de ese marqués, tenía que regresar en algún momento no muy lejano.

Los hombros de Jürgen comenzaron a temblar. Una cosa era cierta, estaba desesperado.

—Wingel.

Jürgen soltó una voz quebradiza.

—Wingel jamás me dejará libre.

El hombre, que miró fijamente los ojos nublados durante un rato, soltó unas leves palabras.

—Bien.

Ese fue el final.

Jürgen derramó suaves lágrimas en ese momento. Se sentía muy agradecido. Estaba feliz por haber conocido a ese hombre. Para él, que estaba acostumbrado a no tener nada, ahora tenía un buen recuerdo.

—Yo, yo…

Tenía un nudo en su garganta y por unos momentos tartamudeó.

Mac era la única persona que lo trató como ser humano, se mostró amable y nunca fue violento. Con las yemas de sus dedos limpió las lágrimas de Jürgen. Incluso en ocasiones lo llevaba a cenar. Hubo noches donde pagó por su compañía y no tuvieron relaciones sexuales.

En ese momento, Mac sostuvo a Jürgen en sus brazos y lo reconfortó por un tiempo en silencio. Jürgen se sentía protegido en los brazos de Mac. Por primera vez en su vida se alegró de tener un cuerpo que llamara la atención de ese hombre.

Le gustaba esa compasión miserable que le daba el hombre.

—Te seguiré.

A Jürgen le agradaba Mac.

—Oh, gracias… gracias.

Su voz estaba ahogada por la mezcla de emociones en su interior. Los ojos de Jürgen estaban llenos de lágrimas mientras miraba al hombre de ojos azules. Jürgen murmuró en un tono suave, casi inaudible, mientras se enfrentaba a esa mirada penetrante.

—¿Sabes?

—¿Qué?

Jürgen escondió su rostro en el pecho del hombre.

—Mitchell es el nombre que me otorgaron cuando llegué aquí, en ese entonces, no recordaba nada.

Jürgen susurró en voz baja.

—Tiempo después, recordé que mi nombre real era Jürgen.

El cuerpo del hombre se tensó de inmediato, sin embargo, al poco rato se relajó nuevamente.

—Oh.

Jürgen habló.

—No estoy seguro, pero puede ser que sienta algo por ti.

Jürgen sonrió amargamente, mirando el rostro de un estúpido hombre. Ni siquiera tenía el valor de decirlo claramente. ¿Por qué? ¿Por qué? Él no era un cobarde.

—Quiero decir… que… Te amo, Mac.

Muy en lo profundo de su corazón no se sintió reconfortado una vez que expresó esas palabras. Jürgen se sintió confundido por ese sentimiento de angustia que lo invadía.

Mac no era un hombre hablador ni amistoso. Era un poco tosco en la cama, pero para él, que estaba acostumbrado a ser desgarrado todas las noches hasta que su ano sangrara, simplemente sintió que, comparado a eso, el tacto de Mac era como unas suaves plumas.

A diferencia de su fría apariencia, las yemas de sus manos limpiaron con dulzura las lágrimas que recorrían las mejillas de Jürgen y acariciaron su rostro suavemente.

Era muy posible que este fuera un sentimiento unilateral. De todos modos, Jürgen estaba preparado para ser rechazado. No tenía nada que perder. Mejor dicho, nunca había tenido nada en primer lugar.

—No pienses que quiero algo a cambio o que deseo que correspondas esto.

Jürgen habló con cautela mientras miraba con atención la expresión en el rostro de Mac, que se había endurecido con la repentina confesión.

—Estoy muy agradecido y satisfecho con el hecho de que no me lastimaras.

—No, está bien.

Mac Miller rompió el discurso de Jürgen. Luego sonrió un poco.

—Está bien.

Jürgen parecía confundido con los sentimientos contradictorios que emanaban de él. Ante semejante confesión, Mac sonrió y frotó la suave cabellera platinada con sus manos.

Jürgen tuvo que mirarle a los ojos. Quizás sus palabras fueron innecesarias e hicieron sentir incómodo a Mac. Comenzó a sentir remordimiento.

—¿Qué pasaba si se arrepentía de sacarlo de ese lugar?

Sin embargo, no pasó mucho tiempo, cuando un imponente carruaje llegó afuera de la casa del ángel.

Era un carruaje con la bandera del marqués de Wissen.


Jürgen Wissen sintió su cabeza hecha añicos cuando vio esa bandera y comenzó a correr presa del pánico. Su mente estaba mezclando recuerdos negros, dolorosos, terribles; ¿ese era su pasado?

No pudo correr muy lejos; fue capturado por las manos de Maximilian en una montaña en la cual ya había estado, hace muchos, muchos años.

Una mirada de hielo se apoderó de los ojos de Maximilian. Jürgen miró a ese hombre con una expresión de terror en su rostro.

—Tú me usaste.

Jürgen comenzó a reconocer gradualmente ese rostro.

—Maximilian…


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