El dios de la guerra discapacitado se convirtió en mi concubina

Capítulo 2


El dolor en la palma de su mano recorrió su sistema nervioso central, y fue tan intenso que su mente se aclaró, aunque la imagen frente a él no cambió en absoluto.

Por el dolor, sus ojos incluso se volvieron fríos por un momento, haciendo que el eunuco frente a él temblara de miedo.

…Parecía haberse convertido, de alguna manera, en un hombre de la antigüedad.

Este hombre debía pertenecer a la realeza en los últimos años de la dinastía Jing. En cuanto al resto… no sabía nada.

De hecho, sabía una cosa más.

Esta persona se casaba con una concubina hoy. Pero como ahora se había convertido en él, la concubina también se había convertido en suya.

Esa fue toda la información que obtuvo. El eunuco frente a él todavía mantenía una sonrisa mientras permanecía reverente, esperando que él entrara en la cámara nupcial.

La cabeza de Jiang Suizhou estaba a punto de explotar.

…¡¿Qué era todo esto?!

Estaba frenético por dentro, pero nada de eso se reflejaba en su rostro.

El eunuco parecía un poco ansioso y su sonrisa se tornó amarga. Bajó la voz y adoptó un tono sumamente persuasivo:

—Maestro, este sirviente sabe que no está dispuesto, pero es un decreto del Emperador, después de todo… —aconsejó—. ¡Incluso si no le gusta, simplemente hágalo! Esa persona… Escuché que sus artes marciales han sido abolidas, y ahora está lisiado. Es muy seguro, no tiene por qué preocuparse.

…¿Alguien quedó lisiado tras abolírsele las artes marciales?

Los ojos de Jiang Suizhou reflejaron desconcierto.

¿Era esto un juego de poder?

Solo él sabía que al final de la dinastía Jing, esta estaba podrida y el emperador, confundido. En particular, el emperador Jingyou, el último de la dinastía Jing, era notoriamente absurdo y fatuo, un gobernante autoindulgente. La historia registraba que estaba obsesionado con la belleza y trataba los asuntos imperiales como un juego de niños. Tenía especial predilección por sus parientes y permitió que su tío, Pang Shao, se descontrolara.

Sin embargo, la dinastía Jing apenas tuvo herederos.

Cuando el emperador Jingyou subió al poder, la mayoría de los niños reales de su generación habían muerto prematuramente, dejando solo a Jingwang, un inválido que falleció en la flor de su juventud.

Por ello, la dinastía Jing huyó al sur durante unos años antes de ser aniquilada por la emergente dinastía Liang.

Pero ahora… parecía que él también era parte de esa corte caótica y despótica.

Jiang Suizhou sentía un amargor en la boca.

¿Qué pecado había cometido para pasar de tener una empresa y una vida cómoda a convertirse en un noble aristócrata de una dinastía condenada?

¿Fue porque había reprendido demasiado severamente a su alumno?

¿Cómo era eso posible?

En ese momento, una llamada llegó desde el exterior.

—Qianshan-gonggong, el palanquín nupcial ya ha sido llevado al pabellón de Yincui —informó una sirvienta.

El eunuco apretó los dientes y alzó la voz:

—¡Que se dé prisa!

La criada guardó silencio de inmediato.

El eunuco volvió la cabeza y miró a Jiang Suizhou con seriedad, sus ojos llenos de súplica.

Jiang Suizhou sabía que en esta situación estaba obligado a enfrentarse a la cámara nupcial y que moriría de cualquier manera. Pero ya que la dama se casó con él contra su voluntad y además estaba discapacitada, pensó que podría salir airoso de la noche de bodas.

[En chino no se distingue él o ella, por eso sigue pensando que es ‘ella’.]

En cuanto al resto…

Primero debía sobrevivir la noche y luego podría averiguar su identidad y situación antes de hacer planes.

Murmuró un leve zumbido y se puso de pie.

Los ojos del eunuco se iluminaron y rápidamente se acercó para ayudarlo.

Jiang Suizhou no estaba acostumbrado a que lo sirvieran. No sabía si era una ilusión, pero al ponerse de pie se sintió débil, cansado y algo mareado.

Solo pudo dejar que el eunuco lo apoyara.

Bajó de la plataforma. A su lado había un espejo occidental de cuerpo entero. Jiang Suizhou lo miró de reojo y vio su reflejo.

…De hecho, se veía igual que él mismo, aunque parecía dos o tres años más joven. Aproximadamente unos veinticuatro o veinticinco años.

Sus estudiantes lo habían elogiado anteriormente por su buena apariencia y decían que parecía un villano. Jiang Suizhou lo había negado en su momento, pero al ver al hombre en el espejo ahora… estuvo de acuerdo.

No parecía una buena persona.

Ya era naturalmente frío y parecía extremadamente indiferente. Con su cabello largo y mangas anchas, se veía aún más exquisito y distante. Sus ojos, especialmente, eran fríos por naturaleza. Una simple mirada suya podía congelar el corazón de cualquiera.

Jiang Suizhou apartó la vista y notó por el rabillo del ojo un pequeño punto bermellón decorando el extremo de su párpado superior izquierdo.

Ese lunar no lo tenía originalmente.

Sin embargo, antes de poder observarlo más de cerca, el eunuco lo condujo más allá del espejo y hacia la puerta.

Alguien lo esperaba afuera con una capa fina en las manos. Al ver acercarse a Jiang Suizhou, esa persona lo envolvió hábilmente con la prenda.

Jiang Suizhou se mostró desconcertado y frunció el ceño.

Ya estaba más abrigado que los demás, ¿por qué lo cubrían con otra capa?

El eunuco, perceptivo, aclaró amablemente:

—Hace viento por la noche. Su Alteza no lo tolera bien, así que es mejor llevar una capa más.

…¿Su Alteza?

Antes de que Jiang Suizhou pudiera reaccionar, ya lo estaban llevando escaleras abajo hacia el palanquín estacionado.

Una vez fuera de la habitación, lo sintió. Se suponía que el viento debía ser cálido, pero soplaba con frialdad. Esto no se parecía a estar enfermo, sino más bien a una deficiencia congénita y una inmunidad muy baja.

Sumado a la manera en que el eunuco lo había llamado “Su Alteza”, el corazón de Jiang Suizhou no encontraba paz.

Al final de la dinastía Jing, solo había un inválido al que se le dirigían de esa manera.

Era Su Alteza Real Jingwang, cuyo nombre había sido borrado de los libros de historia. Se decía que tenía una deficiencia congénita y que murió prematuramente por enfermedad.

Cuando se levantó el palanquín, Jiang Suizhou sintió un leve mareo.

Según el curso de la historia, le quedarían tres o cinco años de vida a lo sumo, y moriría de enfermedad.

Incluso si no fallecía por la enfermedad, el Liang del Norte exterminaría al Gran Jing y no lo conservarían como un remanente de la dinastía anterior.

La mirada de Jiang Suizhou estaba vacía. Lentamente se recostó en su silla.

Cualquiera que se diera cuenta repentinamente de que solo le quedaban unos pocos años de vida no estaría extasiado.

Después de calmarse, giró la cabeza, miró al eunuco al lado del palanquín y decidió confirmarlo nuevamente.

¿Cómo lo había llamado hace un momento?

—Qianshan —llamó.

Pero para su sorpresa, al escucharlo, el eunuco levantó la cabeza con incredulidad y lo miró sin entender.

El corazón de Jiang Suizhou dio un vuelco.

Por su reacción, supo que lo había llamado mal.

En la antigüedad, los sirvientes de los nobles eran agudos y atentos. Habiendo cometido un error tan grande justo al llegar, temía…

Sin embargo, antes de que pudiera terminar sus preocupaciones, una expresión de emoción apareció en el rostro del eunuco, hasta el punto en que no sabía qué hacer.

—¡Su Alteza, por favor, dé su orden! —Sus ojos brillaban, como un perro agitando la cola de felicidad—. Todavía debería llamar a este sirviente Meng Qianshan…

Jiang Suizhou: «…»

Muy bien, estaba pensando demasiado. Este asistente personal de Jingwang no parecía ser muy brillante.

Desvió la mirada, tarareó y preguntó con un aire de calma:

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que la llevaron a la residencia de Jingwang?

Meng Qianshan no percibió ningún matiz en sus palabras. Solo pensó que el Príncipe se preocupaba por no retrasar el momento auspicioso, y le respondió con honestidad:

—Su Alteza, no se preocupe. Furen Huo acaba de llegar. Llegará justo a tiempo.

No refutó la mención de la “residencia de Jingwang”, por lo que Jiang Suizhou confirmó.

De hecho, se había convertido en ese fantasma de corta duración que apenas fue mencionado en los libros de historia.

Espera…

Frunció el ceño.

¿Furen Huo?

¿Esta nueva concubina se llamaba Huo?

Aunque sabía que las historias no oficiales eran solo tonterías, no pudo evitar pensar en lo que su alumno había escrito en aquel trabajo.

Estaba lisiado, casado en la mansión del rey Jing, y su apellido era Huo…

Esta nueva concubina, ¿por qué se parecía tanto al general Huo de las crónicas no oficiales?

Sin embargo, Jiang Suizhou desechó de inmediato ese pensamiento.

¿Qué estaba pensando? Ni siquiera los dramas de televisión se atreverían a presentar una trama así. Era vulgar, solo un cebo para el público. No podía ser cierto.

Jiang Suizhou guardó silencio y cerró la boca. Pero Meng Qianshan, a su lado, continuó charlando durante todo el trayecto.

Jiang Suizhou se dio cuenta gradualmente de que este sirviente de escaso intelecto probablemente había sido relegado al olvido. Hoy, al tratarlo amablemente por error, el hombre se sentía extasiado.

Bueno, al menos era tonto.

Al escucharlo parlotear, el corazón originalmente tenso de Jiang Suizhou se alivió un poco. Entre líneas, logró captar una idea general de la situación en la mansión.

Ya que estoy aquí, debería dar un paso a la vez, suspiró para sí.

El viaje en palanquín duró aproximadamente un cuarto de hora antes de detenerse frente a un patio.

Un farolillo rojo colgaba en la entrada, y bajo la luz, había restos de petardos por todo el lugar.

A través de la puerta del patio se podía ver otro palanquín frente a la casa principal. Varios sirvientes esperaban en la entrada, y al ver llegar a Jiang Suizhou, se arrodillaron y se inclinaron.

Jiang Suizhou no estaba acostumbrado a que la gente lo adorara, así que levantó la mano para que todos se pusieran de pie.

Una anciana, que claramente era la casamentera, se acercó sonriente y dijo:

—Felicitaciones, Alteza. La dama ya lo espera en la habitación, esperando que le levante el velo.

Jiang Suizhou respondió con un asentimiento.

Sabía que en la dinastía Jing, la ceremonia de tomar una concubina era mucho más simple que la de tomar una esposa. Una vez que la silla nupcial ingresaba por la puerta lateral, el esposo levantaba el velo y bebía el vino nupcial. Eso era todo.

Asintió y caminó hacia la casa principal.

Sus pasos eran suaves y lentos, y su ropa ondeaba al caminar. Exudaba una atmósfera fría y serena, con una presencia noble.

Solo Jiang Suizhou sabía lo asustado que estaba en ese momento.

Después de todo, había transmigrado aturdido a la dinastía Jing, convertido en un inválido destinado a morir. Y ahora, debía enfrentar a la pobre dama obligada a casarse con Jingwang.

Ella era lamentable, pero él no estaba mucho mejor.

Con ese pensamiento, subió los escalones con un ritmo aparentemente sereno, pero en realidad pesado, y abrió la puerta.

Dentro de la puerta, el dosel rojo ondeaba y las velas de la boda parpadeaban. Las sirvientas a ambos lados sonrieron con alegría, inclinándose ante él mientras entonaban sus felicitaciones al unísono.

Alguien lo guió hacia la habitación interior.

En medio de una escena encantadora, vio a la persona sentada erguida en la cámara.

Vestía múltiples capas de rojo, con un velo bordado con un fénix adornando su cabeza. Estaba sentado recto en una silla de ruedas, con los hombros firmes, como una lanza inquebrantable.

Sí, una lanza.

Aquel hombre era alto, de hombros anchos y piernas largas que apenas cabían en la silla. ¡Era, sin duda, un hombre!

Un hombre. Un hombre discapacitado. Un hombre que se había casado con Jingwang.

…¿Este «Furen Huo» con quien me casé no será… Huo Wujiu?

Jiang Suizhou se detuvo en seco.

Su mirada se posó en las manos que descansaban sobre las rodillas del hombre.

Tenía los huesos de los dedos bien definidos, con venas salientes en el dorso. Aunque reposaban con calma, emitían una amenaza implícita, como si pudieran romperle el cuello a alguien en cualquier momento.

Por alguna razón, Jiang Suizhou recordó un fragmento del trabajo de su alumno:

«…Después de que Huo Wujiu, marqués de Dingbei, fue capturado, el Hou Zhu del sur de Jing destruyó sus meridianos, mutiló sus piernas y lo casó con Jingwang, conocido por ser afeminado, para humillarlo. Soportó la humillación en la residencia de Jingwang durante tres años, luego escapó de regreso al norte de Liang, sanó sus piernas y, para vengar aquellos días, decapitó personalmente a Jingwang tras aniquilar la dinastía Jing y colgó su cabeza en las puertas de la ciudad por tres años.»

Las manos de Jiang Suizhou temblaron levemente.

Si era Huo Wujiu… si realmente era Huo Wujiu…

Entonces, tres años después, el que sería decapitado no sería Jingwang, sino él, Jiang Suizhou.

Miró fijamente al hombre en el vestido nupcial, buscando algún indicio de que no fuera un hombre.

Pero no encontró ninguno.

La mente de Jiang Suizhou quedó en blanco.

—¿Su Alteza? ¡Su Alteza!

Meng Qianshan, que lo había seguido, lo vio quedarse quieto con una expresión sombría. Incapaz de descifrar lo que pensaba, le susurró nerviosamente y le dio un codazo.

Jiang Suizhou giró la cabeza.

Vio a Meng Qianshan junto a él, quien le susurraba cuidadosamente:

—Es hora de levantar el velo.

Bien. Levantar el velo.

Antes de ver su rostro, aún podía conservar una pizca de esperanza de que no fuera Huo Wujiu.

Jiang Suizhou avanzó, tratando de calmarse mientras estiraba la mano para descubrir el velo.

Las velas rojas parpadearon.

En medio de ese carmesí nupcial, se encontró con un par de ojos negros, intensos y despiadadamente fríos.


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