Diario postmatrimonial de un lindo ratón
Capítulo 4
Al correr por el terreno blando, el paso de la niña se volvía cada vez más torpe. Si no fuera por la forma escalonada de la montaña, ya habría sido capturada. Cayó varias veces desde las crestas, escapando por poco. De haber sido atrapada, habrían regresado con ella a la aldea desde hacía rato.
Cuando volvió a rodar por una pendiente de tierra, Su Wu atrapó su cuerpo exhausto justo a tiempo.
Ella palideció al instante. Pensó que eran esos hombres otra vez. Sabía que si la atrapaban ahora, jamás volvería a ver a sus padres.
—No tengas miedo, estoy aquí para salvarte —la consoló Su Wu en voz baja, al verla tan asustada.
Con la niña en brazos, huyó a toda velocidad sin mirar atrás. Luego dio un salto desde el borde del terraplén.
La niña gritó, creyendo que caerían por la empinada ladera, pero, para su sorpresa, ¡volaron!
Los perseguidores los vieron elevarse por el aire. Aquellos rostros feroces se tornaron de terror. Algunos, creyentes de lo sobrenatural, cayeron de rodillas suplicando perdón, temiendo que los dioses castigaran sus pecados.
Su Wu, cargando a la niña, usó su poder espiritual para crear un remolino de viento y la llevó hasta un bosque apartado, lejos de la aldea. Les sería imposible seguirlos.
Las delicadas cejas de Su Wu y su actitud gentil tranquilizaron a la asustada Shen Lan. Finalmente, el llanto que había estado conteniendo estalló. Su cuerpo, agotado, se desplomó al suelo.
Su Wu nunca había interactuado con humanos, menos con una chica tan delicada. Al verla llorar de forma tan descontrolada, quedó perdido, rascándose el pecho con ambas manos, incómodo.
—Tú… no llores, no volverán por ti —intentó consolarla.
Pero Shen Lan lloró aún más fuerte. La angustia, el pánico y el agotamiento colapsaron de golpe al sentir que estaba a salvo.
Su Wu la miraba sin saber qué hacer. Lloraba con tanta intensidad que parecía imposible. Aunque él también había llorado cuando el gran pino lo expulsó de la montaña, esto era distinto. Sentía como si cientos de ardillas voladoras le arañaran el corazón. Una incomodidad indescriptible.
—Debe ser un instinto… incluso si soy un macho, no puedo evitar ser afectado por las emociones de una mujer.
Shen Lan lloró durante mucho tiempo antes de calmarse. Sollozando, alzó la vista y se encontró con la mirada inocente de Su Wu, como si fuera él quien acababa de ser torturado.
Ella no pudo evitar reír. Aunque seguía con hipo por el llanto, una risa brotó de sus labios.
Su Wu no entendía qué pasaba. ¿Primero llora, ahora ríe? Si supiera lo que es “loca”, seguro la llamaría así.
Shen Lan se secó las lágrimas y preguntó con vacilación:
—Tú… ¿eres un hada del bosque o algo así? ¿Puedes volar?
El alma de Su Wu se estremeció. ¿Cómo lo sabe? ¿Acaso es una gran maestra disfrazada? ¿O una criatura aún más poderosa? Pero… entonces, ¿cómo pudo ser capturada por esa gente?
Como él solo la miraba, Shen Lan se sonrojó. Se limpió la cara con las manos y se disculpó:
—Lo siento, si dije algo ofensivo… Es que nunca había visto a alguien volar.
Cuanto más hablaba, más se enredaba. Habían pasado demasiadas cosas esa noche.
Temiendo que realmente creyera que era un hada, Su Wu se apresuró a aclarar:
—No, no soy un hada. Soy discípulo del Maestro Qingshan.
Había oído del Maestro Qingshan, un cultivador humano muy viejo, que apenas le había hablado, pero le permitió usar su nombre para bajar la montaña. Era generoso, aunque ya había fallecido.
Shen Lan, asombrada, pensó en las novelas que había leído sobre grandes cultivadores que vivían en montañas remotas. Recordó la imagen de Su Wu volando con ella en brazos y le creyó sin dudar.
—Entonces, tu maestro y tú deben ser muy poderosos.
Su Wu se sonrojó, cruzó las manos frente al pecho y murmuró:
—No… no tanto. Solo un poco poderosos.
Shen Lan lo miró con ternura. Aquellos grandes ojos oscuros, redondos como perlas, y sus mejillas sonrosadas lo hacían parecer más joven que ella. Como un animalito peludo… muy lindo.
—¿Por qué te perseguían esos hombres? —preguntó Su Wu.
Shen Lan se estremeció, pero respondió con amargura:
—Me capturaron… querían casarme con un hombre viejo y que tuviera hijos.
Su Wu quedó en shock. Pensó en los animales que encontraba pareja y luego tenían crías. Pero esto… esto no era natural. No era lo que ella deseaba. Por su expresión y por los ojos maliciosos de esos hombres, estaba claro que no lo hacía voluntariamente.
Su Wu se indignó. No tenía experiencia, ni como animal ni como humano, pero sabía que si alguien intentara obligarlo a “parir una camada”, jamás lo aceptaría.
Shen Lan, recordando a su amiga que no había podido escapar, se levantó de golpe.
—¡Debemos bajar la montaña y denunciar esto! Mi amiga también fue capturada. No sé a qué pueblo la habrán vendido. ¡Tengo que encontrar a alguien que la salve!
Durante su captura, las golpearon para hacerlas obedecer. Pero Shen Lan, pese al dolor, nunca renunció a su deseo de escapar. Sabía que su amiga era mucho más tímida, incapaz de rebelarse. Si no la rescataban pronto, su vida se arruinaría.
Su Wu pensó en esos hombres y respondió sin dudar:
—Llévame contigo. Si esperas a bajar la montaña, podría ser demasiado tarde.
Un hombre, o incluso una ardilla voladora macho como él, no podía permitir semejante injusticia.