Diario postmatrimonial de un lindo ratón

Capítulo 3


Su Wu notó algo extraño en su cuerpo.

Como pequeño espíritu del bosque con escasa práctica, tras usar tanto poder espiritual para salvar a un humano, lo lógico habría sido sentirse agotado. Sin embargo, en lugar de debilitarse, sintió que algo en él se estabilizaba. Era como si su forma humana se hubiese “reforzado”, como si ya no fuera tan fácil volver a transformarse en ardilla voladora accidentalmente.

Bajaba la montaña con dificultad, sujetándose de las ramas a los lados del camino, reflexionando sobre este cambio.

En esta ocasión había utilizado su energía espiritual para deslizarse por el viento, inmovilizar a varios humanos y, lo más importante, para salvar a ese hombre.

Y hablando de ese hombre… era realmente guapo.

Otros animalitos cultivadores del bosque solían decir que Su Wu, en forma humana, era bastante atractivo, pero él no tenía referencias. Nunca había visto humanos antes, así que no tenía con qué compararse. Pero después de ver a ese hombre, comprendió: Ese humano era hermoso. El más hermoso que he visto.

Se preguntó si todos los humanos al pie de la montaña serían tan guapos.

Al pensarlo bien, recordó otros rostros, y se frotó la frente con molestia. No tenía recuerdos tan claros. Solo un rostro le había dejado una fuerte impresión: el de un hombre de mirada maliciosa. Tenía ojos fríos como serpientes, piel áspera, arrugas marcadas y la barbilla inflamada con la huella de una bota… muy lejos de ser considerado atractivo.

Sacudió la cabeza para alejar esa imagen desagradable y volvió a pensar en el hombre guapo. Fue entonces que entendió por qué el gran pino lo había enviado a bajar de la montaña: ¿Salvar a la gente también puede otorgar poder? ¿Será esto lo que el gran pino quiso decir con “acumular méritos”?

Pero entonces, ¿por qué ninguno de los otros espíritus de la montaña bajaba? ¿No conocían ese secreto?

Pensó en ello sin encontrar respuesta. Suspiró largamente y decidió no seguir dándole vueltas.

La cordillera Yanshan era vasta, y a pesar de haber caminado durante días, aún se encontraba en lo profundo del bosque. El gran pino le había advertido que no usara su energía espiritual para facilitarse el camino, a menos que fuera por una buena causa como salvar o ayudar a alguien. Debía intentar vivir como un humano ordinario.

Su Wu lo tomaba muy en serio. Aunque tenía las piernas doloridas y el cuerpo exhausto, no se permitió usar magia para volar.

Tardó casi tres días en alejarse lo suficiente hasta que, a lo lejos, vio humo de cocina elevándose entre los árboles. Una sonrisa radiante apareció en su rostro.

—¡Ah, por fin voy a salir!

Al observar el humo a lo lejos, sintió una curiosidad inocente por la vida humana: cómo vivían, qué comían… Así que decidió dirigirse hacia el lugar en silencio y observar.

Pero como dice el refrán, ver la montaña es fácil, cruzarla es difícil. Caminó casi toda la tarde sin llegar al pueblo. Al ver que se hacía de noche, tuvo que buscar un lugar para descansar. La montaña era húmeda y brumosa; si no encontraba una cueva, se despertaría empapado y helado al amanecer.

Sacó de su bolsa una fruta roja que había recogido en el bosque. Era más grande que su palma y tenía un sabor dulce. La sostuvo con ambas manos y la comió a pequeños mordiscos, disfrutándola.

Cuando terminó, cerró los ojos de gusto. Esta fruta es deliciosa. Guardó cuidadosamente el carozo en la bolsa mágica. Tal vez más adelante pudiera plantarlo en el mundo humano y seguir cultivándola.

Con un hipo de satisfacción, trepó a un árbol, dispuesto a transformarse en ardilla voladora, encontrar un hueco para dormir y, al amanecer, acercarse al pueblo en secreto.

Sin embargo, a no mucha distancia, una niña cubierta de barro se acurrucaba en unos arbustos espinosos. Sus grandes ojos rojos miraban a través de las ramas, llenos de pánico.

Varios hombres con antorchas buscaban a su alrededor, apuñalando los arbustos con palos y gritando con voces toscas:

—¡Sal de ahí o perderás una pierna! ¡Y ni pienses en escapar de estas montañas! ¡Te van a devorar los lobos y serpientes!

La niña, temblando, con lágrimas cayéndole por el rostro, se cubría la boca con fuerza, incapaz de hacer ruido. ¿Qué hago? ¿Quién puede salvarme…?

Los gritos de los hombres la estremecían. Imaginaba las fauces de bestias salvajes esperándola… pero nada era tan aterrador como los humanos que la perseguían.

Era solo una estudiante de secundaria. Salió a pasear con amigas, pero fue secuestrada por traficantes de personas que querían casarla con un hombre discapacitado de mediana edad, como si fuera un simple objeto para reproducirse.

Había sido criada como una princesa por sus padres. ¿Cómo podía aceptar semejante destino?

Aprovechó un descuido mientras iba al baño y escapó, rodando colina abajo, cruzando un arrozal y corriendo montaña abajo hasta quedar extenuada.

Pensó que había huido lo suficiente, pero los hombres la habían alcanzado.

Mientras lloraba en silencio, sintió algo deslizándose por su pie descalzo. Al mirar hacia abajo, vio una serpiente con cabeza triangular pasando lentamente junto a su tobillo.

Paralizada de terror, sintió que el suelo húmedo bajo sus pies cedía, perdió el equilibrio y rodó cuesta abajo.

En ese instante, Su Wu, que estaba a punto de dormir en el árbol, percibió el peligro y salió disparado del tronco.

Desde lo alto, vio antorchas moviéndose con rapidez entre los árboles. Observó con su aguda vista a varios hombres adultos que corrían, y a una niña pequeña huyendo delante de ellos, gateando desesperada.

Su Wu sintió una furia que jamás había experimentado.

Escuchar a esos hombres amenazar a una niña inocente encendió algo dentro de él.

Sin pensarlo, voló directo desde el árbol hacia la escena.


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