Después de escapar a la estrella desolada, descubrí que estaba embarazada

Capítulo 4


Los hermanos Qi entraron a la habitación de Fang Chen, y al abrir la puerta, quedaron deslumbrados por una fragancia intensa. Era un aroma fresco, vital, más refrescante que una paleta helada en verano.

Fang Chen había sumergido las semillas en agua, y en menos de diez minutos, ya tenían raíces fuertes y brotes que se estiraban hacia la luz. Aunque solo había dos o tres hojas pequeñas, su forma delicada era extraordinaria. ¡Sin duda sobrevivirían!

—Primo —exclamó Qi Xiaoning emocionada—, ¡las semillas son tan hermosas!

—¡Vamos a plantarlas! —añadió.

Los tres sacaron cuidadosamente la palangana. Cavaron un hoyo en el patio delantero, enterraron las semillas y las regaron. Al tocar la tierra, las plántulas crecieron a simple vista. Las hojas se desplegaron con elegancia, buscando el sol.

Qi Xiaojun estaba atónito. Al mirar ese trozo de verde, una emoción indescriptible le llenó el pecho. Entendió por qué la gente se apasionaba por la jardinería. Al ver a la planta esforzarse por absorber nutrientes, pensó que él también debía amar más la vida. Aunque sus padres ya no estaban, aún tenía una hermana… y ahora, también una “prima”.

—Definitivamente comeremos melones muy pronto —comentó Fang Chenxi con entusiasmo.

Pero justo entonces, apareció Feng Rong, el amigo de Qi Xiaojun, y le insistió:

—Ahora los mineros están ganando mucho. Hay demanda. Eres joven, no puedes hacer trabajo pesado, pero logré que te aceptaran. No te dejes engañar por esto de las verduras. ¡Lo importante es llenar el estómago!

—Gracias por preocuparte —respondió Fang Chen.

Feng Rong intentó persuadir con buenas palabras, pero al ver que Xiaojun no cedía, se marchó molesto.

—Te peleaste otra vez —dijo Qi Xiaoning, preocupada.

—No —negó su hermano, sin más explicaciones.

Fang Chen, aún agotado por la purificación de la semilla del día anterior, decidió ir al supermercado a comprar algo delicioso para consentirse.

—Xiaojun, Xiaoning, vamos —invitó.

Xiaojun vaciló, incómodo con la idea de gastar dinero. Sus pertenencias apenas valían mil estrellas, y afuera todo era tentadoramente caro. Fang Chen, notando su duda, sonrió:

—Hoy mis semillas brotaron. Estoy de buen humor. ¡Yo invito!

Xiaojun se sintió aún más cohibido.

—Xiaoning puede ir. Yo me quedo cuidando las plantas.

—¡Eso no funciona! ¿Quién nos va a cargar las bolsas? —dijo Fang Chen, fingiendo indignación.

Así, los tres fueron al supermercado. La inflación allí era feroz: una caja de chocolates costaba 25 estrellas. Fang Chen compró veinte. Xiaoning empujaba el carrito, él caminaba adelante y elegía sabores variados de papas fritas y mermeladas. Una sola bolsa de papas costaba más de cien.

—Ahora entiendo por qué Xiaojun ya no las come —pensó Fang Chen.

Compró también la carpa herbívora más barata: dos mil estrellas. Condimentos para pescado picante hervido: mil más. Añadió brotes de soja, tofu seco y brotes de bambú.

El arroz, sin embargo, fue un golpe: 50 catty costaban 10,000 estrellas. Además, solo se podía cocinar con agua purificada, que costaba el doble. Fang Chen casi maldice en voz alta. ¿Distribución forzosa de agua para vender arroz? ¿Qué es esto?

Aun así, compró todo. No podía seguir torturando su estómago chino.

Pagaron 40,000 estrellas. Con las 50,000 gastadas en semillas, le quedaban 910,000. Aunque parecía mucho, su poder adquisitivo era limitado. A ese ritmo, estaría mendigando en un año.

Por suerte, el supermercado ofrecía entrega a domicilio. Fang Chen no tenía fuerza para cargar nada. Al regresar, notaron que toda la calle olía a una fragancia dulce. Al llegar al patio, encontraron gatos y perros salvajes merodeando. Las plántulas de melón ya trepaban con vigor y pequeños frutos colgaban de las vides. El aroma era tan dominante que parecía invadir todo el planeta.

—¡Wow! —Fang Chen quedó fascinado. Pensó que el pescado hervido podía ser pesado, pero un melón como postre lo equilibraría todo.

Salió a cocinar. Su especialidad era el pescado hervido, y se esmeró: chiles secos, brotes largos, tofu, pasta de frijol. Qi Xiaojun y Xiaoning miraban embelesados.

El arroz, cocido con agua purificada, llenó la casa con un aroma delicioso.

La gente de la calle, atraída por el olor, comenzó a agruparse. Hasta el abuelo Xu, una figura respetada del barrio, apareció curioso.

—¿Qué huele tan bien?

—El melón de mi primo —respondió Qi Xiaojun.

—¿Melón?

Todos se sorprendieron. Apenas ayer se reían de ellos por gastar en semillas.

El abuelo Xu, intrigado, pidió ver la plántula. Fang Chen accedió. Xu observó las hojas vigorosas y exclamó:

—¡Ya hay fruta!

Los vecinos no podían creerlo. Cuando Fang Chen dijo que vendería el melón a 50,000 estrellas el catty, todos se escandalizaron.

—¡Eso es una locura!

—¿Cincuenta mil? ¿Por un melón?

Fang Chen se mantuvo firme. El abuelo Xu, aunque sorprendido, quiso comprar uno. Como no tenían balanza adecuada, usaron el método de Cao Chong: estimaron el peso. Finalmente, Fang Chen accedió a vender el melón por 60,000 estrellas.

Aunque había ganado bien, Fang Chen no estaba feliz.

—¿Qué pasa? —preguntó Xiaoning.

—No pude probarlo —dijo Fang Chen, cabizbajo.

Xiaojun lo miró como si evaluara su cordura. ¿Te duele no comer un melón que vale miles?

Fang Chen, indignado, arrancó el otro melón y lo cortó:

—¡Mitad para mí, mitad para ustedes!

La pulpa, de un verde claro como el jade, despedía una fragancia embriagadora. Al probarla, sus ojos se abrieron de par en par. ¡Este melón sabe a cielo!


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