Después de escapar a la estrella desolada, descubrí que estaba embarazada
Capítulo 3
Fang Chen ignoró las burlas y comentarios sarcásticos. Al regresar a casa, colocó cuidadosamente las semillas en un lugar seguro y comenzó por una: una semilla de melón. Iba a iniciar el proceso de purificación.
En la era interestelar, el desarrollo acelerado había dañado severamente el suelo fértil. Las hortalizas genéticamente modificadas enfrentaban tasas de supervivencia muy bajas.
La semilla apareció en su mar de conciencia. Estaba seca, marchita, cubierta casi por completo por sombras, con solo un débil punto de luz: su núcleo vital. Para purificarla, Fang Chen debía usar su poder sobrenatural y mental, eliminando la sombra y expandiendo esa pequeña chispa de vida.
Era fácil decirlo, pero hacerlo requería una concentración absoluta. Las sombras, como una sustancia viscosa, retrocedían momentáneamente ante su poder mental, pero volvían a acercarse, buscando una nueva oportunidad para invadir.
Fang Chen trabajó con cuidado, barriendo cada rincón de oscuridad. Sabía que si dejaba alguna sombra, esta volvería a extenderse, anulando sus esfuerzos. Después de un largo y agotador proceso, la semilla quedó completamente limpia, envuelta en una luz pura y activa.
Solo entonces salió de su mar de conciencia.
El mundo giró y un dolor punzante le atravesó el entrecejo. Comenzó a sudar frío, la ropa se le empapó. No tenía entrenamiento profesional, y no sabía que acababa de agotar por completo su energía mental, algo potencialmente fatal.
Si hubiera sido un cultivador entrenado, habría usado habilidades de canalización para protegerse. Pero él solo había empleado su poder nato. Sin saberlo, había llevado la semilla más allá de la purificación básica: la había evolucionado. Su talento era extremadamente raro en todo el imperio interestelar. Muchos recursos agrícolas estaban al borde de la extinción, con semillas preservadas en laboratorios federales, esperando a alguien con su don para ser reactivadas. Pero hacía años que no surgía un talento como el suyo.
En una estrella marginal, olvidada por todos, Fang Chen acababa de activar una semilla común de melón. Si los altos mandos federales lo supieran, quedarían angustiados.
El dolor era insoportable. Se mordió la lengua para mantenerse consciente, pero su mente se nublaba. Justo entonces, percibió un aroma dulce, fresco, a fruta madura. Era un olor mucho más agradable que cualquier perfume: vivo, revitalizante.
El aroma calmó su conciencia, y poco a poco, el dolor desapareció. Finalmente, se desmayó.
Al día siguiente despertó en el suelo. El frío de las baldosas le calaba los huesos. Su ropa, aún húmeda y pegajosa, apenas lo cubría. Se levantó con dificultad, ayudándose con la mesita. El aire aún conservaba esa fragancia deliciosa que lo había salvado la noche anterior.
Buscó su origen: la semilla de melón había cambiado por completo. Ya no era una cáscara arrugada, sino una semilla gruesa, firme, del tamaño de un dedo corto. Su aroma impregnaba la habitación. Al sostenerla, parecía absorber el cansancio del cuerpo. Era fresca, vivificante, como una buena noche de sueño convertida en objeto.
Fang Chen casi lloró de emoción. Esa pequeña semilla era una joya. ¡Definitivamente podía plantarla!
Pero su ropa estaba empapada, así que fue directo al baño. Dejó la semilla cerca, sobre la jabonera. Mientras se duchaba, unas gotas salpicaron la semilla… y esta comenzó a moverse levemente, como si reaccionara al agua. ¡Saltaba feliz!
Fang Chen, curioso, le arrojó más gotas. La semilla se movía aún más, como un cascarón que protege a una pequeña vida en su interior.
Después del baño, se secó con una toalla grande. Al mirarse al espejo, vio por primera vez con claridad el rostro del cuerpo original: piel blanca como la leche, suave, tersa. Rasgos finos. Se tocó las mejillas con un suspiro.
—Bei Minghui… estás ciego.
Se vistió rápidamente y dejó la semilla en remojo. Escuchó un leve “clic”: el caparazón se abrió, mostrando un pequeño brote verde.
Fang Chen se quedó sin aliento.
—¡Ha germinado!
La emoción lo invadió. Todos los vecinos habían dicho que era imposible cultivar en ese planeta, y sin embargo, ¡esa semilla había brotado!
Quería compartir la buena noticia con los hermanos Qi, pero al salir, notó que no estaban dentro. Las botellas de nutrientes seguían intactas sobre la mesa. Fue al patio, y allí los encontró: cavando bajo el sol. No sabía cuánto tiempo llevaban trabajando, pero ya habían formado varios surcos en la tierra.
—Primo, estás despierto —dijo Qi Xiaoning con una sonrisa.
A ella le encantaba llamarlo así. Le parecía un nombre bonito y cariñoso.
—¿Por qué no tomaron los nutrientes?
—Mi hermano dijo que eran caros. Mejor los bebemos después de trabajar.
Fang Chen los regañó:
—¡Tienen que comer antes de trabajar! Si no, se van a desmayar. ¡Vamos, tomen!
Xiaojun dudó.
—Pero tú no lo dijiste directamente…
Fang Chen abrió una botella y se la puso en la mano.
—¡Bébelo!
Xiaojun la aceptó. Justo cuando lo hizo, comentó:
—¿Usaste perfume? Hueles bien…
Al pararse cerca de él, se sentía más revitalizado que bebiendo los nutrientes.
—No, es natural —respondió Fang Chen, y añadió con entusiasmo—: Por cierto, ¡mi semilla de melón ha germinado!
—¿Eh?