Cómo enamorarse del villano
Capítulo 6
Jiang Yu se sorprendió por un instante y luego habló casi sin pensar:
—Sé que tu padrastro está mintiendo.
Incluso él mismo se sorprendió al decirlo. No tenía claro por qué de repente deseaba dejarle claro eso a Mu.
Al escuchar esas palabras, la mirada despiadada de Mu se suavizó levemente. Aunque seguía emanando una presión sombría, su expresión parecía menos amenazante.
—¿Qué estabas haciendo aquí? —preguntó con voz ronca, áspera como papel de lija, producto del reciente coma y el intento de estrangulamiento que sufrió por parte de Qiao.
A pesar del tono hostil, Jiang Yu no se dejó intimidar.
—Pasaba por aquí y vi a Qiao…
Su voz se desvaneció. Aunque estaba claro que Qiao era el responsable del conflicto, Jiang Yu sabía que entre las tribus cambiaformas, la lucha era parte de su naturaleza. Perder era una deshonra, sin importar la causa. Además, la debilidad de Mu no era culpa suya; era algo con lo que había nacido.
Mu se tensó visiblemente al escucharlo, pero no dijo nada. Solo después de que Jiang Yu guardara silencio un rato, su cuerpo se relajó un poco.
Intentó ponerse de pie, pero su cuerpo débil no cooperaba del todo. Se tambaleó varias veces y, por un momento, Jiang Yu temió que volviera a caer.
Sin pensarlo, se acercó para ayudarlo, pero se detuvo a medio camino cuando vio que Mu lograba estabilizarse solo.
Mu se fijó en la mano extendida de Jiang Yu y su rostro nervioso. Con una expresión confundida, preguntó:
—¿Qué intentas?
Jiang Yu retiró la mano, un tanto torpemente.
—Nada. Solo pensé que te ibas a caer.
Mu soltó una risa seca, burlona. Esa expresión en el rostro de un niño era más inquietante que cualquier reproche adulto.
Para no parecer muy diferente del “Ah Yu” anterior, Jiang Yu decidió mantener una actitud orgullosa.
Antes de que Mu pudiera replicar, levantó la barbilla con arrogancia.
—Admito que fue mi culpa llevarte al bosque la vez pasada. Saliste herido, te acusaron injustamente y hasta te golpearon.
—Este es mi regalo de disculpa —agregó, sacando unas hierbas de entre su ropa—. Son buenas para curar heridas. Aplícalas en los cortes y estarás mejor en dos días.
Sabía que Mu no aceptaría algo así fácilmente, por lo que, sin esperar respuesta, lanzó las hierbas al suelo.
—Si quieres úsalas, si no, me da igual. Ya cumplí con mi parte. Si te mueres, no me culpes —dijo antes de girarse.
Mu, con una expresión cargada de odio, dio un paso al frente. Jiang Yu retrocedió por instinto, aunque pronto se obligó a mantener la compostura y se quedó firme.
En lugar de golpearlo, Mu se agachó, recogió las hierbas y, entre dientes, dijo:
—Definitivamente sobreviviré… solo para hacerlos pagar a todos.
Esa declaración hizo que Jiang Yu se estremeciera. Por un segundo, olvidó que Mu era solo un niño. Su presencia era la de un depredador salvaje.
Pero antes de que pudiera responder algo, Mu cayó al suelo, inconsciente.
Jiang Yu suspiró con alivio y se dejó caer también. Recién entonces notó el sudor frío que le cubría la frente.
Se acercó lentamente al cuerpo inerte de Mu. A juzgar por su respiración y el calor corporal, no parecía estar en peligro, solo se había desmayado por la debilidad y el arrebato de emoción.
Jiang Yu reflexionó un momento. Su misión era evitar que Mu se convirtiera en villano, hacer que creciera feliz y fuerte, protegido por su familia y aceptado por su tribu.
Pero viendo su situación actual, parecía una meta lejana.
La familia de Mu era un problema, y con la tribu la relación tampoco era buena debido a su salud débil.
Entonces, pensó Jiang Yu, tal vez debería cambiar de estrategia: en lugar de buscar solo afecto, debía fortalecer su cuerpo.
Si Mu fuera fuerte, la tribu dejaría de menospreciarlo. Y sin hostilidad, no habría odio. Sin odio, no habría villano.
Mirá a Mu. Su cuerpo estaba cubierto de heridas y cicatrices. Verlo así era desgarrador.
No importaba, primero atendería sus heridas. Era un primer paso.
Si Mu no se hubiera desmayado, Jiang Yu solo le habría dejado las hierbas y se habría ido. Pero ahora podía actuar con libertad.
Las heridas más graves estaban en su espalda. Jiang Yu se agachó, recogió las hierbas y miró alrededor. No había nada para molerlas.
No quedaba otra opción.
Cerró los ojos, se armó de valor y metió un puñado en la boca. Empezó a masticar.
Por suerte, Mu seguía inconsciente. Aplicar hierbas masticadas con saliva en la espalda de alguien no era precisamente higiénico.
Pero, como se consoló a sí mismo, la saliva también desinfecta, ¿no?
Mientras masticaba, empezó a cubrir las heridas. El cuerpo infantil de Jiang Yu no le daba mucha fuerza, así que tuvo que esforzarse para mover a Mu y aplicar el remedio.
Al terminar, escupió lo que quedaba en su boca. El sabor era tan amargo y picante que la lengua le quedó entumecida.
Exhausto, se arrastró hasta su casa.
Minutos después de su partida, Mu abrió los ojos. Miró el líquido verde en su espalda y frunció el ceño.
Permaneció en silencio.
Jiang Yu, al llegar a casa, parecía un desastre. La ropa estaba manchada de medicina y sus brazos temblaban de agotamiento.
Su padre, al verlo así, creyó que lo habían intimidado. Se enfureció, listo para salir a vengarlo.
Jiang Yu, con mucho esfuerzo, lo calmó.
Esa noche, después de bañarse y cenar, cayó rendido en la cama. Al día siguiente, al despertar, seguía cansado.
Pero su primera preocupación fue: ¿cómo sanar el cuerpo de Mu?
Recordó cómo, en el futuro, Mu se convirtió en el más fuerte de los cambiaformas, no por su cuerpo, sino por el dominio de un poder extraño: un mar de bestias que lo obedecía.
Pero ese tipo de fuerza podría asustar a las tribus. ¿Lo aceptarían o lo rechazarían aún más?
No podía arriesgarse.
Aunque en este mundo espiritual no existía una medicina clara para la condición de Mu, no era imposible. Si lograba encontrar algo que fortaleciera su cuerpo, todo sería más fácil.
Su misión lo exigía.