Cómo enamorarse del villano

Capítulo 18


Los jóvenes cambiaformas de la tribu del Tigre habían comenzado a interesarse seriamente en las hembras. Aunque antes solo las respetaban, ahora se sentían impulsados por la atracción y el deseo de formar pareja.

Y Ah Yu se convirtió en la más deseada de todas.

Su dulzura, su destreza como aprendiz de médico, su actitud amable y su forma delicada lo hacían destacar por encima del resto. No era la más bonita ni la más fuerte, pero sí la que más cariño despertaba.

Los pretendientes aparecían todos los días. Algunos llegaban con flores, otros con frutas exóticas. Varios le llevaban carne cazada con mucho esfuerzo. Todos querían atraer su atención.

Ah Yu recibía todo con una sonrisa y un “gracias”, pero nada más.

—¡Ay, es tan adorable! —decían los jóvenes al marcharse, aún con el corazón latiendo con fuerza.

Su padre se mostraba inflexible.

—¡Cualquier mocoso que se acerque a mi hija recibirá una paliza! —declaró una y otra vez.

Y lo cumplía. Los perseguía por la tribu, gritándoles insultos mientras blandía un palo o una rama, sin importar la edad de los chicos.

—¡Largo de aquí, sinvergüenzas! ¡Vayan a cortejar a otra! ¡Mi hija es demasiado buena para ustedes!

Un día, mientras el padre de Ah Yu lo regañaba por no cerrar bien la puerta, se escuchó un alboroto afuera.

—¡Tío! ¡Me pegué con una rama mientras cazaba! ¿Puede Ah Yu curarme? —gritó un joven mientras llegaba cojeando.

—¡Y yo también necesito medicina! Me duele la pierna desde hace días —dijo otro.

—¡Ah Yu! ¡Te traje unas flores!

El padre de Ah Yu salió de inmediato, con los ojos desorbitados.

—¡Fuera! ¡Fuera todos!

Ah Yu, desde adentro, trataba de esconder la risa. A veces se preguntaba si esos chicos venían por él o solo por divertirse con su papá.

En su corazón, solo tenía una persona.

Cada mañana, cuando salía de casa, encontraba a Mu esperándolo. Siempre con la misma expresión calmada y silenciosa. No hablaba mucho, pero su sola presencia le bastaba.

Desde hacía años, Mu no vivía más con Bo, Aspen ni Qiao. Cuando cumplió once, se mudó solo, como todos los cambiaformas. Pero su vida cambió por completo. Su cuerpo, antes débil, ahora era fuerte y robusto. Su apariencia, feroz y majestuosa.

Y sobre todo, su carácter ya no era sombrío ni amargado. Aunque no hablaba demasiado, tampoco era hostil. Solo mostraba frialdad con extraños. Con Ah Yu, siempre era paciente.

El médico estaba encantado con los dos. Cada vez que los veía juntos, suspiraba emocionado.

—Ay, mi pequeña Ah Yu… si yo tuviera tu suerte…

Después se daba cuenta y corregía:

—Bueno, no es suerte. ¡Te lo ganaste con esfuerzo! ¡Mu es todo tuyo!

Jiang Yu se sonrojaba hasta las orejas.

—¡Cállate, viejo loco!

Pero en el fondo, no podía evitar sentirse feliz.

Cada vez que montaba a Mu en su forma animal, se aferraba a su cuello y respiraba su aroma. Era una sensación reconfortante, familiar. Como si siempre hubiera estado allí.

Y Mu, aunque nunca lo decía, también lo esperaba cada mañana con ansiedad. Su corazón latía con fuerza cada vez que Ah Yu se subía a su espalda. Sentía que el mundo tenía sentido solo cuando lo llevaba consigo.

Ese día, al regresar de la recolección, el médico los llamó.

—Ah Yu, Mu, vengan. Quiero mostrarles algo.

Al llegar, vieron que sobre la mesa había una caja de madera.

—Esto es para ustedes. Ábranla juntos.

Los dos se miraron, confundidos. Luego, lentamente, levantaron la tapa.

Dentro había un frasco de medicina, una pulsera tejida con fibras doradas, y una carta.

El médico explicó:

—Este frasco contiene la última dosis de la medicina para Mu. Ya no la necesita, pero simboliza el final del tratamiento. La pulsera la hice yo. Es para Ah Yu, como agradecimiento. Y la carta…

Se aclaró la garganta, fingiendo solemnidad.

—Es una promesa. De que estarán juntos para siempre. ¡Aunque tengan hijos, sigan viniendo a visitar a este viejo!

Jiang Yu quería enterrarse vivo del bochorno.

—¡Tú estás más feliz que nosotros! ¡Ridículo!

Mu, en cambio, no dijo nada. Solo miraba la carta con atención.

—Gracias, tío —dijo en voz baja.

El médico sonrió.

—Los veré mañana. Ahora vayan, deben tener cosas que hacer.

Ya fuera del consultorio, Jiang Yu guardó el frasco y la pulsera en su bolsa.

—¿Te pones sentimental?

Mu negó con la cabeza.

—Estoy pensando en que, a partir de ahora, no tendrás más excusas para montarme. ¿Qué harás?

Jiang Yu se congeló. ¡Mu rara vez bromeaba!

—¡Cállate! ¿Qué estás insinuando?

Mu no respondió. Solo lo miró con esa expresión suya, tranquila pero profunda.

Y Jiang Yu sintió que su corazón se aceleraba de nuevo.

Tal vez… sí me gusta.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *