Diario postmatrimonial de un lindo ratón
Capítulo 9
Su Wu se encontró accidentalmente con ese hombre guapo nuevamente y, sin poder evitarlo, una enorme sonrisa se dibujó en su rostro. Antes de darse cuenta, ya se había levantado del taburete y corrió hacia él sin la menor duda.
Yan Feiang medía 1,87 metros de altura. El tamaño de Su Wu, en comparación, era muy pequeño; tenía que alzar la cabeza para poder mirarlo a los ojos.
—¿Te has recuperado? —le preguntó Su Wu con sorpresa. Luego no pudo evitar observar la gasa que cubría su cuello. Parecía que la herida estaba sanando, pero no del todo, lo que lo preocupó un poco.
Yan Feiang bajó la mirada y vio cómo esos grandes ojos oscuros lo miraban con brillo. Asintió ligeramente.
—Ya está.
—Entonces deberías descansar bien… y absorber bien la fruta dorada…
Su Wu se detuvo bruscamente. Miró a su alrededor con ojos muy abiertos y guardó silencio.
A Yan Feiang no le importó. Observó la tienda de desayunos y preguntó:
—¿Has terminado de comer? Si no, te invito algo.
Su Wu se tocó el vientre redondeado, sonrió y negó con la cabeza.
—Estoy lleno. Fue dinero que nos dio otra persona.
Al principio, no entendía el concepto del dinero, pero luego de que Shen Lan lo llevara a comprar el desayuno, comprendió que ese papel servía para intercambiar cosas en el mundo humano, ¡y que podía usarse para comprar mucha comida deliciosa!
Al pensar en eso, se sintió algo frustrado. Quería invitar a ese hombre guapo a comer… pero lamentablemente ni siquiera tenía dinero.
Yan Feiang sabía que ese niño le había salvado la vida. Quería encontrarlo no solo para agradecerle, sino también para saber qué hacía solo en un lugar tan peligroso, como la calle donde operaban narcotraficantes. Sin embargo, ver que el chico parecía tan feliz de verlo, le hizo darse cuenta de que no era momento de hablar de eso. No allí, en medio de la calle.
Los demás, que estaban desayunando cerca, comían en silencio. Por alguna razón, ver a su jefe —normalmente reservado— de pie junto a ese niño, les provocaba una extraña sensación de armonía. Como si fuera un espacio en el que nadie más podía entrar.
Al notar que ambos guardaban silencio, los demás se acercaron para agradecer. Especialmente Meng Shi. Aún no se atrevía a recordar todo lo ocurrido. Por su descuido, el jefe casi muere. Si eso hubiera pasado, jamás se lo habría perdonado.
Su Wu, rodeado de varios hombres grandes, se sintió avergonzado. Sacudió la cabeza repetidamente y dijo:
—Es un gran héroe. Debía salvarlo.
Sus palabras eran simples, directas. Y sin embargo, tocaron profundamente el corazón de esos hombres. Una oleada de calor les recorrió el pecho, los ojos se humedecieron. Nadie supo qué responder. Solo lo miraban conmovidos.
Jiang Zheng fue el primero en hablar:
—Recuerdo que tu expediente decía “registro temporal”. ¿Por qué no tienes un registro original de hogar?
Su Wu se quedó completamente confundido. Se rascó la cabeza con ambas manos y respondió, un poco nervioso:
—Viví en lo profundo de la montaña desde pequeño. Fui aprendiz del Maestro Qingshan. Es la primera vez que bajo de la montaña…
Los demás comprendieron de inmediato. Aquel joven realmente era alguien que jamás había estado en contacto con el mundo exterior.
Un auténtico elfo de las leyendas. Puro y amable, como una hoja en blanco.
Justo en ese momento, Shen Lan se acercó y escuchó la conversación.
—¿Ustedes… conocen a Su Wu? —preguntó.
Los hombres que conversaban alrededor del chico se sintieron un poco avergonzados. ¿Podían decir que lo conocían?
Yan Feiang miró a Shen Lan y respondió, sin dudar:
—Me salvó la vida.
Shen Lan entendió al instante. Miró a Su Wu y no pudo evitar reír:
—También me salvó a mí, a mis amigos y a muchas otras personas…
Era alguien con un corazón bondadoso, casi como un dios.
Como Su Wu no comprendía del todo, todos tuvieron que preguntarle a Shen Lan. Ella les contó con entusiasmo todo lo ocurrido la noche anterior. Cuando llegó al tema de las habilidades de Su Wu, notó que los hombres a su alrededor escuchaban con total naturalidad, sin mostrar sorpresa. Supuso entonces que ellos ya sabían lo que Su Wu era capaz de hacer, así que continuó con más confianza.
—¿Es cierto que todos esos aldeanos bajaron de la montaña y se entregaron? —preguntó uno, incrédulo. Eran personas acostumbradas a tratar con los criminales más peligrosos, y aun así no podían creerlo.
—Por supuesto —respondió Shen Lan con firmeza—. Están ahora mismo en la estación de policía de la ciudad.
Señaló el otro extremo de la calle.
—¿Quieren venir conmigo a ver? Además, los documentos temporales de Su Wu están todos allá. Cuando lleguen mis padres, planean registrarlo oficialmente y solicitarle uno permanente.
Yan Feiang no sabía quiénes eran los padres de la muchacha, pero él mismo planeaba encargarse de eso, así que dijo:
—No es necesario. Me ocuparé de eso por él.
Shen Lan lo miró sorprendida, luego miró a Su Wu, que siempre solía quedarse a su lado, pero que ahora obedientemente se mantenía cerca de Yan Feiang. No supo qué decir. Para ella, sus padres eran omnipotentes, pero incluso así no estaba completamente segura de que pudieran ayudar con algo tan complicado como ese trámite. Ese hombre, en cambio, parecía muy competente. Tal vez era mejor dejarlo en sus manos.
Los subordinados de Yan Feiang se quedaron atónitos. En su impresión, su jefe no era alguien entusiasta… pero también sabían que ese niño le había salvado la vida. Si quería devolverle el favor, ¿qué problema había en eso?
Los padres de Shen Lan llegaron muy rápido. La familia de tres se abrazó y lloró al reencontrarse. Shen Lan se aferró a su madre, llorando a todo pulmón. Todo el agravio y el miedo acumulado en su corazón estallaron de golpe. Su padre también los abrazó, conteniendo las lágrimas.
Su Wu los observaba en silencio. Sintió una punzada de envidia. En su vida, la ardilla voladora que lo dio a luz no lo reconoció por su pelaje; sus hermanos solo sabían comer y dormir. Nunca estuvo tan cerca de nadie. Incluso el gran pino que lo crió no tenía ese tipo de emociones. Tal vez porque al final… solo era un árbol.
Yan Feiang le puso una mano sobre el hombro.
—Vamos. Primero te daré los documentos.
Su Wu asintió sin entusiasmo. Ahora que no seguía a Shen Lan, comenzaba a confiar en Yan Feiang. Cargó su pequeña mochila a la espalda y lo siguió de cerca, como una pequeña cola.
Yan Feiang quería llevarlo fuera de la pequeña ciudad para hacer los trámites en la capital provincial. Shen Lan no quería separarse de él, pero entendía que para registrar y solicitar un documento oficial era necesario ir. Antes de irse, le insistió:
—Cuando tengas un teléfono móvil, asegúrate de contactarme.
—¿Qué es un teléfono móvil? —preguntó Su Wu mientras iba sentado en el auto junto a Yan Feiang. Lo miraba con curiosidad, tocando el asiento, mirando a la izquierda y a la derecha. Finalmente no pudo resistirse a preguntar.
Meng Shi, que estaba sentado en la fila delantera, lo escuchó. Vio que el niño era tan obediente que quiso hacerle una broma, pero cuando notó la mirada fría del jefe, se contuvo de inmediato. Solo podía aguantarse las ganas de intervenir.
Yan Feiang sacó su teléfono, lo desbloqueó y se lo entregó.
Su Wu se quedó boquiabierto al ver aquellas imágenes brillantes dentro de un objeto tan pequeño. Había visto algunas herramientas mágicas en manos del Maestro Qingshan, pero eran más que nada textos. ¡Nunca había visto algo así!
Cabe mencionar que Su Wu sí sabía leer. Él, igual que el Gran Pino, hablaba lenguaje humano. Lo aprendió del Maestro Qingshan, quien tenía un artefacto especial: un bastón largo que, al golpearle ligeramente la frente, transfería el conocimiento. Así fue como aprendió a reconocer caracteres, aunque lo que no sabía era que había aprendido caracteres tradicionales, mucho más complejos que los simplificados usados en el mundo humano actual.
La pantalla del teléfono era tan brillante y bonita que Su Wu la sostuvo con sumo cuidado, sin atreverse a moverla demasiado. No sabía qué hacer.
Yan Feiang nunca había criado a un niño, así que no sabía cómo enseñarle. Pero recordó que tenía dos juegos simples en el teléfono, así que abrió uno y le enseñó cómo jugar.
El juego era un clásico de «combina tres». Su Wu observó atentamente cómo lo jugaba Yan Feiang, y luego se atrevió a intentarlo con sus propios dedos. Al ver cómo los colores desaparecían de la pantalla y sonaba un efecto divertido, se emocionó enseguida.
Meng Shi, sentado delante, sentía que le picaba todo el cuerpo de frustración. ¿Cómo podía el jefe saber tanto de niños? ¡Hasta le enseñaba a jugar! Era tan simple que daba rabia. “¡Hermano, ven a mi casa! ¡Conmigo te divertirías más!”, gritaba por dentro.
Su Wu sujetaba el teléfono con sus dos pequeñas manos, sus grandes ojos clavados en la pantalla, completamente absorto. Parecía un niño adicto al Internet.
Meng Shi, al ver lo adorable que era, deseaba estirar la mano y frotarle la cabeza, pero sabía que si el jefe lo veía… estaba perdido. No le quedó más remedio que tragarse las ganas, lleno de resentimiento.
“¡Ese jefe solo quiere quedárselo para él! ¡Maldito acaparador!”
El alegre sonido de “nivel superado” pronto salió del teléfono. Después de todo, empezaba desde el nivel 1. Las empresas de juegos sabían cómo enganchar a la gente. Los primeros niveles eran tan fáciles que hasta un tonto los pasaría volando. Tenían que dar una probadita de victoria para atrapar a los jugadores.
Pero Su Wu no sabía nada de eso. Estaba genuinamente emocionado por haber ganado. Levantó el teléfono y se lo ofreció al hombre guapo, queriendo compartir su alegría con él… pero de pronto recordó que no sabía ni su nombre.
¡Ni siquiera eso! No era raro, en la montaña nadie usaba nombres. Los otros duendes simplemente lo llamaban “pequeña ardilla voladora”, y él a su vez llamaba a los demás “zorrito”, “gran pino”, y cosas por el estilo.
Yan Feiang miró el teléfono, luego lo miró directamente a los ojos y dijo con seriedad:
—Mi apellido es Yan. Me llamo Yan Feiang. Puedes llamarme por mi nombre directamente.
—¿Yan… Yan Feiang? —Su Wu parpadeó y repitió el nombre con algo de vergüenza.
Yan Feiang asintió.
—Sí.
Su Wu sonrió con felicidad y respondió:
—Mi nombre es Su Wu. Tú también puedes llamarme por mi nombre directamente.