Accidentalmente casado con un tarro de vinagre

Capítulo 4


Chu Yi poseía un apartamento en la Ciudad A, ideal para una vida de soltero.

Dos años después de abrir su estudio, ya vivía sin preocupaciones económicas. Un año más tarde, compró una casa; al siguiente, un coche. Estaba claro que le iba mejor que a la mayoría de los graduados de su generación.

En cuanto a las relaciones, era igual que su madre: tenía muchos conocidos que querían presentarle candidatos, gracias a su personalidad sociable. Apenas encontraban a alguien adecuado, pensaban en él.

Le iba bien haciendo amigos, pero cuando se trataba de relaciones o matrimonio, siempre encontraba algo que no le satisfacía.

Incluso después de conversar con alguien, solo unos pocos pasaban el filtro para un segundo encuentro. Tras una cita, la incomodidad o la vibra extraña lo hacían reír con torpeza.

Su madre decía que sus estándares eran demasiado altos, especialmente después de cada cita a ciegas.

El otro siempre quedaba satisfecho con él. El problema era que él no lo estaba, lo cual frustraba a su madre.

Y después de cada cita fallida, venía el regaño habitual.

A veces lo pensaba: ¿De verdad tengo estándares tan altos?

La verdad es que no tenía prisa por casarse, ni quería hacerlo en ese momento. Pero el entorno lo presionaba: su madre, su abuela materna, sus compañeros ya casados, algunos con hijos por entrar al jardín de infancia…

Hacían parecer que él era el único equivocado.

Años atrás, poco después de legalizarse el matrimonio igualitario, salió del clóset con su familia. Les dijo que no le interesaban las mujeres, que dejaran de presentárselas.

Pensó que eso pondría fin a las citas arregladas, pero su madre, tras unos días de sufrimiento, no solo lo aceptó sino que comenzó a presentarle hombres. Muchos hombres.
Como si quisiera ponerse al día con la nueva tendencia.

Durante ese periodo, tuvo tantas citas que hasta quería vomitar.

Así que, cuando decidió casarse con Qin Yiheng, fue una mezcla de impulso… y ganas de “entregar la tarea” a su familia.

No sabía qué había visto Qin Yiheng en él para considerarlo adecuado.

La verdad era que no lo conocía en absoluto. Solo tenía ese currículum de dos páginas que, francamente, decía poco.

Después de cenar, Chu Yi le comentó a Qin Yiheng que había traído su propio auto y no hacía falta que llamara al conductor.

Ambos caminaron al estacionamiento y se dirigieron al coche de Chu Yi.

Cuando abrió la puerta, lanzó una mirada a Qin Yiheng.
Con el tipo de auto que conduce, ¿le disgustará este…?

Pero Qin Yiheng no cambió de expresión.

Chu Yi abrió la puerta del conductor y, justo antes de entrar, recordó cómo el chofer de Qin Yiheng le abría la puerta. Pensó si debía hacer lo mismo, pero Qin Yiheng ya se había acercado, abrió la puerta del asiento trasero y, tras una breve pausa, la cerró.

Chu Yi lo vio, sorprendido, cuando subió sus largas piernas y se sentó en el asiento del copiloto.

Su corazón dio un pequeño salto.

Aunque Qin Yiheng parecía frío, tenía buenos modales.
El hecho de que no se sentara atrás como si fuera su chofer ya sumaba puntos.

Pensó en todas las conversaciones que habían tenido ese día.

Sí, era una persona reservada, pero en ningún momento lo hizo sentir incómodo o inferior.

Debe de ser alguien amable, después de todo.

—Necesito ir a casa primero para agarrar algunas cosas antes de ir a tu casa, ¿está bien? —Chu Yi se abrochó el cinturón y preguntó.

—Está bien —respondió Qin Yiheng, y tras una pausa, lo corrigió—: Nuestra casa.

Chu Yi se rio con torpeza.

—Ahhh… cierto, nuestra casa.

Está bien, pensó Chu Yi. Debo acostumbrarme a su seriedad con respecto al matrimonio.

Qin Yiheng era bastante alto. Chu Yi había llevado a muchas personas antes, pero nadie ocupaba tanto espacio como él.
De pronto entendió por qué su auto era tan grande.
Debe de ser incómodo para él viajar en el asiento del copiloto.

Chu Yi se sintió culpable solo de verlo.

La próxima vez, será mejor llamar al conductor…

En poco tiempo, llegaron a la zona residencial de Chu Yi. Ambos bajaron y subieron juntos por el ascensor.

Ya se estaba acostumbrando a ese tipo de silencios incómodos.

Llegaron al piso 16. Chu Yi dejó que Qin saliera primero y luego lo siguió.

Las luces activadas por voz se encendieron, y solo el sonido de sus zapatos se oía en el pasillo. Chu Yi sacó las llaves, abrió la puerta y entraron.

Era un apartamento simple, limpio y ordenado, de dos habitaciones y una sala. Al entrar, Chu Yi buscó un par de pantuflas.

Qin Yiheng observó el zapatero y, al ver tantos pares ya usados, frunció ligeramente el ceño.

Chu Yi no supo qué significaba eso.

—Ve a buscar tus cosas, te espero aquí —dijo Qin Yiheng.

—Oh, no tardaré.

Aunque dejar al invitado en la entrada no le parecía correcto, pensó que tal vez Qin Yiheng no quería usar pantuflas usadas. Como no encontraba unas nuevas en ese momento, lo dejó así.

Se apresuró al dormitorio, preparó todo lo necesario para pasar la noche y lo guardó en su bolso.

—Listo, vámonos —dijo al salir.

—Mn.

Volvieron al auto de Chu Yi.

—¿Dónde queda tu casa? —preguntó mientras conducía.

—¿Mi casa? —Qin Yiheng frunció el ceño.

—Ah —Chu Yi entendió de inmediato—. Nuestra casa.

—Zhen Jing.

Chu Yi asintió con una expresión neutra, pero por dentro gritaba:

¡ZONA RESIDENCIAL DE ALTA GAMA, ZONA RESIDENCIAL DE ALTA GAMA!

Siguió el navegador hasta las puertas del complejo.
Estaba alejado del centro, rodeado de vegetación y, sobre todo, muy tranquilo.

Como era un coche desconocido, el guardia de seguridad los detuvo. Chu Yi miró a Qin Yiheng, quien bajó la ventanilla.

—Oh, señor Qin —saludó el guardia con una sonrisa y abrió las puertas—. Por favor, adelante.

Qin Yiheng no subió la ventanilla enseguida. Le dijo al guardia:

—Este auto es de mi familia.

Apenas dijo eso, las manos de Chu Yi se tensaron en el volante.

Tonterías… ¿me acaba de disparar al corazón?

Recién cuando el guardia afirmó que lo entendía, Qin Yiheng subió la ventanilla.

Chu Yi se humedeció los labios, trató de calmarse y preguntó:

—¿A dónde voy desde aquí?

—Gira a la izquierda.
—Mn.
—Gira a la derecha.
—Sigue recto.
—Estamos aquí. Es la blanca del frente.

Chu Yi condujo hasta el garaje de la casa siguiendo sus indicaciones.
Ambos bajaron, él guardó las llaves en el bolso y siguió a Qin hasta la puerta.

Pasaron por una verja de hierro sin cerradura y un camino de piedra, hasta llegar a la entrada principal.

Era de noche. Las luces apenas iluminaban el suelo, así que no podía ver nada más. Con Qin Yiheng tan cerca, no tuvo ánimos de distraerse mirando decoraciones.

Pronto se detuvieron frente a la puerta.

—La contraseña es 100409 —Qin se movió ligeramente a un lado y le mostró una tarjeta con la clave—. Recuérdala.

Chu Yi asintió y repitió el número en su cabeza varias veces.

Cuando entraron, preguntó:

—¿Estos números tienen algún significado?

—Los trazos de mi nombre. Qin tiene 10, Yi tiene 4, Heng tiene 9.

Chu Yi asintió.

Como ya le había confiado la contraseña, sintió que debía corresponder. Pensó un poco, sacó sus llaves del bolso y dijo:

—Esta es la llave de mi casa.
—Ya que me diste la contraseña, esto es para ti.

Qin Yiheng se giró a mirarlo.

En el momento en que sus miradas se cruzaron, Chu Yi sintió algo… ambiguo en el aire.

Su corazón comenzó a latir más rápido.

Qin Yiheng no tomó la llave enseguida. Preguntó:

—Si me das tus llaves, ¿cómo volverás a casa?

Chu Yi pensó que se estaba sonrojando. Caminó hacia un rincón menos iluminado y dijo:

—Tengo una copia en casa de mi madre. Puedo ir por ella mañana, ya que tú estarás de viaje…

Si se lo daba después de que volviera, perdería el significado.

Volvió a ofrecerle las llaves.

Se estaba entregando al pequeño romance de recién casados que había imaginado por sí solo.

Pero Qin Yiheng habló:

—Gracias, pero no las necesito.

Esa voz tan tranquila lo arrastró de vuelta a la realidad.

Qin Yiheng continuó:

—No necesito ir a esa casa tuya.

Bueno… tiene sentido.

—…

Chu Yi guardó las llaves de nuevo.

—Uh, es verdad…

Cielos. Solo te dio la contraseña por conveniencia… ¿y tú ya estabas fantaseando?

Se puso las pantuflas nuevas que Qin Yiheng le entregó y se rió solo al pensarlo.


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