El esposo Omega idol del CEO

Capítulo 16


Bai Yan jamás imaginó que el mismo hombre que lo acusó de «desvergonzado» un segundo antes, sacaría un contrato perfectamente preparado al siguiente.

Parecía como si lo hubiera tenido listo de antemano.

Lo tomó y lo hojeó por encima.

La primera sección ya estaba firmada con el nombre de “Jiang Zhan”. La segunda, destinada a él, estaba en blanco. Al final del documento había una lista de ubicaciones sugeridas para distintas actividades según las necesidades de la Parte B. La sección más extensa detallaba los recursos de entretenimiento, especificando los accesos disponibles para obras de teatro, programas de variedades, lanzamientos musicales y otras oportunidades.

Lo más llamativo era lo que Jiang Zhan había calificado como “el precio a pagar”. Bai Yan pensó que se trataría de algún servicio… pero para su sorpresa, era una lista de cursos obligatorios:

—Curso básico de baile urbano, duración: una semana.
—Curso básico de técnica vocal, duración: dos semanas…

Bai Yan leyó en voz alta un par de ítems, con el ceño fruncido y expresión de desconcierto.

—¿Señor Jiang?

Tal vez al ver su reacción, Jiang Zhan se sentó con rostro serio y le dijo con frialdad:

—Dije que esta empresa no acoge inútiles. Si crees que no puedes con esto, nadie te obliga a continuar.

Bai Yan dejó el contrato sobre la mesa y se frotó el mentón, pensativo.

Lo cierto era que sí lo había impresionado.

Ya que había decidido adentrarse en la industria del entretenimiento, aunque fuera solo temporalmente, quería hacerlo bien. El programa de entrenamiento que le ofrecía Jiang Zhan era más exigente y completo que cualquier otro disponible para los aprendices regulares.

Incluía baile urbano, técnica vocal, actuación… incluso stand-up comedy.

—“La secreción de adrenalina del maestro ha aumentado”—informó el cerebro inteligente en su oído con su voz robótica.

Bai Yan lo ignoró y continuó acariciándose la barbilla.

—Señor Jiang, ¿aún conserva mis pendientes? Devuélvamelo si firmo —soltó con una sonrisa, casi coqueta.

Jiang Zhan lo observó con ojos afilados, reparando en que no llevaba ningún pendiente visible en las orejas.

Decidió que Bai Yan estaba usando esa excusa para insinúar una especie de confesión velada.

—Si logras satisfacerme —respondió con tono dominante.

Bai Yan levantó la mirada, sonrió alegremente y dijo:

—El contrato está bien, pero me gustaría hacer algunas modificaciones.

—No te adelantes —respondió Jiang Zhan con ceño fruncido.

Había calculado con exactitud el contenido, los cursos, y los recursos asignados. Todo encajaba dentro del estándar.

Pero Bai Yan tomó un bolígrafo, volvió a la primera página, tachó una palabra y escribió otra encima. Reemplazó el carácter de “Pei” por “Bao”.

Con ese pequeño cambio, la cláusula pasó de significar “Cláusula de notificación anticipada” a “Cláusula de afecto anticipado”.

Una ligera arruga apareció en la frente de Jiang Zhan.

Bai Yan parpadeó y preguntó con naturalidad:

—¿Qué le parece, señor Jiang?

Jiang Zhan lo miró largo rato antes de responder:

—¿Por qué haces esto?

—Porque tiene condiciones muy favorables —respondió Bai Yan con una sonrisa ligera, ladeando la cabeza—. ¿Cómo dejar pasar algo así?

Cuando lo dijo, su voz bajó un poco. Jiang Zhan tragó saliva involuntariamente.

Lo estudió en silencio, hasta que finalmente dijo con sequedad:

—Un mes de prueba.

Quería ver cuánto resistiría Bai Yan bajo un entrenamiento tan exigente. Y si con tanto por hacer, aún tendría espacio para pensar en jugar.

Bai Yan asintió con una risa suave, como si se tratara de una oferta laboral cualquiera.

Entonces, con una expresión relajada, preguntó:

—Una última cosa, señor Jiang… Usted huele muy bien. ¿Qué marca de perfume usa?

Jiang Zhan quedó petrificado.

Levantó la cabeza abruptamente.

—Tu periodo de prueba no ha terminado —dijo con frialdad—. No está permitido hacer comentarios tan… inadecuados en la empresa.

Bai Yan lo miró con cara de no entender.

—¿Qué dije?

Jiang Zhan mantuvo su rostro frío:

—Los artistas deben cuidar su imagen.

Bai Yan se señaló a sí mismo, fingiendo indignación.

—¿Cree que no soy lo bastante digno?

Jiang Zhan lo contempló un instante, recostado en el sofá, y soltó un “hm” cargado de significados.

—Ahora que hemos firmado, tenemos una relación especial. Ya no es necesario mantener esa postura sumisa, ¿no cree?

Recordó la escena de Bai Yan rociándole desodorante sin previo aviso y se quedó sin palabras.

¿Sumiso?

¡Si ese tipo era todo lo contrario!

Con el rostro severo, sentenció:

—Esperemos a que superes el periodo de prueba antes de hablar de otra cosa.

Bai Yan no obtuvo la marca del perfume, pero al menos confirmó que sus pendientes seguían con Jiang Zhan.

Pensó que ahora que habían establecido esta “relación de cooperación”, tendría muchas oportunidades para obtener la información que necesitaba.

Se levantó con elegancia y se despidió:

—Entonces, hasta luego, señor Jiang.

Al acercarse para inclinarse, Jiang Zhan captó el suave aroma a vainilla que emanaba del cuerpo de Bai Yan. Era un aroma fresco, sutil, que le recordaba a los brotes nuevos tras una lluvia de primavera. Lo inhaló sin querer.

Ese aroma no tenía nada que ver con las fragancias artificiales que solía evitar. Esta vez, en lugar de causarle molestia, le produjo una extraña sensación de calma.

Era como si esa fragancia encajara con la expresión relajada que Bai Yan llevaba en ese momento.

Muy distinto a la intensidad embriagadora que recordaba de aquellas dos noches.

Mientras lo veía alejarse, Jiang Zhan frunció el ceño.

Quería haberle preguntado qué tipo de medicina había tomado esas dos veces. Si era tan potente, ¿no tendría efectos secundarios?

Y ahora que lo pensaba, ese aroma a vainilla, aunque más suave, seguía presente.

¿Había traído la sustancia consigo todo este tiempo?

De pronto se arrepintió de no haber incluido una cláusula restrictiva más firme en el contrato.

La organización de Jiang Zhan fue extremadamente eficiente.

Al día siguiente, Bai Yan recibió una copia completa del plan de estudios… y también recuperó sus pendientes.

—¿Está todo bien? —preguntó, al conectar su cerebro inteligente al Núcleo de Polienergía.

—Se ha detectado una reducción del 20% en la carga energética. Sin efectos colaterales visibles —respondió el sistema.

Bai Yan frunció el ceño.

Si el núcleo solo había sido desplazado, debería haberse recargado por sí mismo. Pero el hecho de que la energía hubiese disminuido… sugería que alguien lo había forzado.

¿Acaso Jiang Zhan lo había manipulado, intentado entenderlo, usarlo?

Aun así, al no ver señales de sospecha en su comportamiento, dejó el asunto de lado por el momento.

Decidió concentrarse en el conjunto de clases intensivas que le habían asignado.

Como eran lecciones básicas, no se le designó un profesor privado. Bai Yan tuvo que integrarse con otros aprendices y artistas.

Las clases de canto no representaban mayor problema.

Gracias al maestro Gao y su formación previa, entendía bastante bien la teoría musical de este mundo y podía adaptarse sin demasiada dificultad.

Pero con el baile… era otra historia.

Brilliant Star Media se enfocaba en el estilo urbano, y las nuevas generaciones preferían movimientos intensos, poderosos y rápidos.

Durante su primera clase, el instructor observó su postura, lo evaluó con una mirada crítica y comentó:

—Tu cuerpo es más flexible de lo normal para un hombre.

Parecía un cumplido, pero su expresión dejaba claro que no era favorable.

Bai Yan bajó los brazos, curioso:

—¿Eso es un problema?

—Demasiada flexibilidad suele traducirse en poca potencia. El baile urbano requiere fuerza explosiva, además de agilidad —explicó el instructor, mientras demostraba varios movimientos básicos.

Bai Yan asintió. Sabía que su cuerpo como omega tenía una flexibilidad mayor que la de un alfa promedio. Pero eso no lo detendría.

—Practicaré más.

Estaba decidido. Si con el doble de esfuerzo podía lograr lo que otros hacían naturalmente, lo haría. Si no era suficiente, lo haría diez, cien, mil veces más.

El esfuerzo físico que requería el baile no se comparaba con el desafío mental de memorizar letras o dominar idiomas.

Después de más de media hora de práctica, su ropa estaba empapada en sudor.

Y cuando un omega suda, las feromonas se intensifican.

Pronto, el estudio se llenó con el dulce aroma a vainilla.

—¿Quién trajo perfume?

—¿A alguien se le cayó el frasco?

El salón tenía al menos setenta metros cuadrados, con siete u ocho aprendices además de él.

Todos terminaron volteando hacia la misma dirección.

—¿Fuiste tú?

Un aprendiz, de complexión delgada y cabello teñido de gris, se acercó con una expresión de sospecha dirigida a Bai Yan.

Bai Yan no respondió.

Otro aprendiz olfateó y murmuró:

—Huele como a… postre de vainilla. Es dulce, pero no empalaga.

El instructor de baile también frunció el ceño y se acercó.

—Quien haya usado perfume, por favor, evítelo en clases. Esto interfiere con la concentración del grupo.

La mayoría de aprendices negó con la cabeza. Finalmente, todos se giraron hacia Bai Yan.

—¿Llevas colonia? —le preguntó el instructor directamente.

—No —respondió él con tranquilidad—. Es mi olor natural.

El salón quedó en silencio por unos segundos.

Luego, uno de los presentes soltó una risa breve, incrédula.

—¿Natural? ¿Cómo puede oler así?

—¿Te rociaste la esencia de vainilla encima antes de venir?

Bai Yan solo sonrió y no respondió más.

El instructor, sin ganas de discutir, les indicó que retomaran la práctica. Pero aunque intentaron concentrarse, la fragancia permanecía en el ambiente, como una nube suave que no se disipaba.

Después de clase, uno de los aprendices se acercó a Bai Yan:

—¿Eres omega?

Bai Yan giró la cabeza lentamente, con una ceja alzada.

—¿Y eso qué importancia tiene?

El otro chico parecía incómodo, pero insistió:

—Solo lo preguntaba porque… bueno, hueles diferente. No es común.

—Entonces deberías ampliar tu círculo social —respondió Bai Yan antes de marcharse.

Se dirigió al vestuario, se cambió rápidamente y se fue directo a la sala de práctica vocal.

Allí lo esperaba el maestro Gao.

—¿Te adaptaste bien al nuevo plan?

—Sí. El baile es lo único que se me complica —admitió.

El profesor asintió.

—Es normal. Tienes un rango vocal muy amplio, lo cual suele estar inversamente relacionado con la potencia corporal.

—Mejoraré.

Gao asintió nuevamente, satisfecho por su actitud. Le entregó una nueva partitura:

—Esta es tu próxima canción. El tema está pensado para un estilo más tranquilo, más emocional. Aún no la grabes. Solo estúdiala.

Bai Yan la observó. Era una balada melódica, con varios falsetes intercalados.

—¿Y si quiero adaptarla a mi estilo?

—Eres libre de hacerlo, siempre y cuando mantengas la esencia de la canción.

—Entendido.

Salió de la sala y, antes de regresar a su apartamento, pasó por el estudio técnico.

Quería aprovechar la noche para inspeccionar el subnivel 2 del edificio C, donde su Cerebro Inteligente había detectado una señal coincidente con su núcleo maestro.

Entró con su pase de artista, pero para acceder a ese subnivel necesitaba autorización especial.

—¿Hay alguien aquí? —preguntó a través del intercomunicador.

Una voz robótica respondió:

—El área solicitada está restringida. Solo personal técnico autorizado puede ingresar.

Bai Yan se quedó mirando el lector de tarjetas.

Sabía que no podía forzarlo sin levantar sospechas, así que decidió buscar otra forma de entrar en otro momento.

Regresó a casa y activó su núcleo.

—¿Cuánto más se ha recargado?

—Energía restaurada al 87%. Aumento del 2% respecto a la última medición.

Suspiró. Si no hallaba una fuente directa, tardaría semanas en recargarlo completamente con las instalaciones eléctricas de este mundo.

Y eso, en términos de su plan de retorno, significaba una pérdida de tiempo inaceptable.

—¿Tienes otra pista?

—El acceso a la fuente original se encuentra bloqueado por una capa de seguridad no reconocida. Se requiere intervención externa.

—¿Puedes intentar rastrear otra coincidencia?

—Sí. Pero el margen de error aumentará.

—Hazlo —ordenó.

Mientras el sistema procesaba, Bai Yan se sirvió un vaso de agua y miró por la ventana. La ciudad, iluminada y ruidosa, seguía girando sin detenerse.

Aunque cada vez estaba más integrado a este mundo, nunca olvidaba que no pertenecía del todo a él.

Su objetivo seguía claro: recuperar su núcleo, reparar su sistema y regresar.

Sin embargo, por primera vez, sintió un leve cosquilleo de duda.

Quizás no era tan mala idea quedarse un poco más.


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