Carro de panqueques

Capítulo 7


Lu Lu estaba sentado junto a la carretera, observando a los vendedores ambulantes de comida empujar sus carretas con pánico.

—¡Eh, tú! —el administrador de la ciudad caminó hacia él, empuñando una pistola eléctrica—. ¡Estás muy tranquilo para no haber guardado tu carrito!

Con aire altivo, Lu Lu se puso de pie y le indicó al administrador que lo siguiera. Por su comportamiento, el hombre sintió que no era un simple vendedor de panqueques, así que lo siguió hasta un rincón apartado.

—Necesito que este carrito esté aquí todos los días —dijo Lu Lu, levantando la ceja. Sacó un fajo de billetes de cien dólares del bolsillo, y, sosteniéndolos entre los dedos índice y medio, se los entregó—. Hazme un favor.

Al ver al chico, parecía alguien acostumbrado a mover grandes sumas de dinero. El administrador calculó que debía tener entre tres y cinco mil dólares. Se inclinó hacia él mientras miraba de reojo a sus colegas.

—Con tanto dinero… ¿por qué estás vendiendo panqueques?

Pero rápidamente tomó el dinero y lo guardó en el bolsillo.

Justo cuando ambos se separaban, apareció Yin Liang corriendo a toda velocidad desde la distancia.

—¡¿De qué organización eres y qué estás haciendo?!

Había lanzado su bolso al suelo. Su figura alta parecía la de un jugador de baloncesto, iluminado por un cielo teñido de dorado por la puesta de sol. Se veía extremadamente atractivo.

Lu Lu, al verlo, entró en modo actuación y se dejó caer al suelo, fingiendo que sus piernas fallaban.

El administrador, que acababa de aceptar dinero de ese joven, no podía ignorarlo. Trató de levantarlo, pero antes de que pudiera hacerlo, Yin Liang ya estaba encima, sujetando el cuello del uniforme de Lu Lu para alzarlo.

—¡¿Qué estás haciendo?! —gritó el administrador, alarmado—. ¡Esto es obstrucción de la ley, puedo arrestarte!

Yin Liang lo ignoró y levantó la mano izquierda con fuerza.

El administrador cerró los ojos, esperando un golpe. Pero en su mano no había un puño, sino una placa azul de vehículo no motorizado: 1818188.

—Este número de placa… —Yin Liang miró con malicia a Lu Lu, aún en el suelo—. ¿Tus superiores te lo mencionaron?

—S-sí —balbuceó el administrador, pálido de miedo. En una reunión urgente esa misma tarde se había advertido que cualquiera que interfiriera con ese número de placa perdería su empleo de inmediato.

Yin Liang lo empujó y se giró para ayudar a Lu Lu, que temblaba visiblemente. En cuanto se encontraron sus manos, Lu Lu se aferró a él como un pajarito indefenso.

—¿Estás bien?

Lu Lu sacudió la cabeza, aún agarrado de su brazo. No lo soltaba.

Al verlo así, y al recordar a Huang Hai detenido en la estación de policía, una ira indescriptible se apoderó de Yin Liang. Preguntó con tono agrio:

—¿Qué pasa con ustedes dos?

—¿Ah? —Lu Lu alzó la cabeza, con la boca entreabierta y los labios húmedos y rojos.

Yin Liang desvió la mirada.

—Estos últimos días… ¿él fue a buscarte?

Lu Lu comprendió de inmediato que hablaba de Huang Hai. Sintiendo la necesidad de exagerar un poco, respondió sonrojado:

—Sí fue… pero yo no fui.

Al escuchar esto, Yin Liang sintió que el pecho le explotaba.

—¡Ese bastardo! —gruñó, y de pronto, como si algo le cruzara por la mente, preguntó con torpeza—: Cada vez que ustedes…

Lu Lu lo miraba parpadeando, obediente y dócil.

Yin Liang no se atrevía a completar la pregunta, pero si no lo hacía, temía que ese chico siguiera sufriendo.

—¿Cada vez… usan protección?

Lu Lu tardó en reaccionar. Cuando confirmó que Yin Liang había pronunciado esa palabra con sus labios fríos pero sensuales, se estremeció de vergüenza… pero también se sintió extrañamente emocionado, incapaz de librarse de esa sensación.


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *