¿Quién no ama a un dulce alfa?
Capítulo 15
En la habitación silenciosa, las cortinas bloqueaban la luz brillante del verano, dejando solo un haz de luz naranja colándose por un espacio.
No fue hasta que el cálido sol del mediodía comenzó a desvanecerse que la cama se movió levemente entre las sábanas.
Grrr…
El estómago, vacío desde la noche anterior, protestó con fuerza.
Su Yuzhou no sabía cuánto tiempo había dormido. Se despertó bajo el asedio del hambre. Apoyado sobre el antebrazo, se frotó los ojos con el dorso de la mano y miró a su alrededor, aún aturdido.
Tenía las mejillas sonrojadas por el calor del sueño, el cabello despeinado y el cuello al descubierto mostraba una pequeña marca roja, revelando los rastros de lo que había sucedido.
A medida que recuperaba la conciencia, los recuerdos de esa mañana volvían con claridad. Las marcas de lágrimas secas en las comisuras de sus ojos también evocaban escenas pasadas.
El rubor en su rostro se intensificó.
Sin embargo, al girarse, solo encontró una cama vacía.
Toda esa ternura y nostalgia se esfumaron al instante, reemplazadas por una sensación de vacío.
Se giró para mirar al techo y se llevó una mano al estómago.
Grrr— volvió a rugir su estómago vacío.
Estaba muy hambriento…
Esa sensación de abandono se mezclaba con el malestar físico. Se sentía exhausto, su cuerpo incómodo y cierto lugar le ardía intensamente.
Se sentó en la cama, tocó el colchón a su lado: frío. Su Qian se había ido hacía bastante.
¿Cuándo se había marchado? No tenía idea. No recordaba haberlo sentido irse.
Se mordió el labio con amargura. Aunque sabía que Su Qian tenía una reunión importante y no debía tener esos pensamientos… no podía evitarlo.
¿De no haber tenido esa reunión, habría hecho eso con él?
Ese pensamiento hizo que sus ojos se humedecieran. Se sentía agraviado. La tristeza de ser un «hombre herramienta» lo invadía, y por primera vez, deseó dejar de serlo.
Se frotó la cintura dolorida y presionó su estómago, donde el hambre ya se tornaba insoportable.
Finalmente se levantó.
La sábana cayó de su cuerpo, dejando al descubierto su piel blanca. Ahora, salpicada de marcas de besos, como pequeños moretones color cereza.
Bajó la mirada, observando los rastros en su cuerpo.
Aunque esa vez hubo besos y caricias, sabía que él había sido quien los pidió. Su Qian no los había iniciado.
Al darse cuenta, se sintió aún más triste. El agotamiento físico y mental lo hacían especialmente vulnerable.
Y empezó a arrepentirse.
No quería seguir siendo un instrumento de alivio para nadie.
Levantó la sábana con fuerza e intentó levantarse de golpe, pero el dolor en su espalda lo hizo gemir.
Se le torció un músculo por el movimiento brusco. Le dolía incluso más que las dos veces anteriores.
Cuanto más pensaba, más dolido se sentía.
Su Qian lo había dejado solo justo después… ¡Qué desconsiderado!
Ese tipo de persona no valía la pena.
Decidió ducharse, aplicarse el ungüento, comer algo y hacer las maletas. No podía quedarse más allí.
En cuanto a la factura del hotel, aún tenía dinero en la tarjeta del juego. No moriría de hambre.
Mientras planeaba su salida…
Ding dong—
El móvil, caído entre la cabecera de la cama, vibró repentinamente.
Sede del Grupo Su, sala de conferencias del piso 17.
Una secretaria entró a preparar la sala: encendió luces, aire acondicionado y otros equipos. Poco después, llegaron cuatro o cinco personas.
—Sr. Jin, por favor tome asiento, el Sr. Su llegará enseguida —dijo la secretaria con una ligera tensión en su voz.
—Está bien, nosotros llegamos temprano —respondió un hombre de mediana edad con amabilidad, tranquilizando al personal.
Una vez que la secretaria se retiró, el hombre inspeccionó la sala y comentó:
—La familia Su está cada vez mejor.
Un joven Alfa, sentado junto a él con aire elitista, frunció el ceño al oírlo. Bajo la voz, dijo con desprecio:
—Por muy desarrollados que estén, el jefe sigue siendo un Omega.
El comentario hizo fruncir el ceño al hombre de mediana edad.
—Ah Yao, no subestimes a Su Qian por ser Omega. Tiene habilidades a la altura de cualquier Alfa. Haber llevado a la familia Su hasta aquí ya es prueba suficiente.
El joven Alfa, Jin Yao, asintió sin responder. Aunque sabía que su tío apreciaba a Su Qian, él tenía sus propios prejuicios.
Omega era Omega. Por más competente que fuera, siempre estaría por debajo de un Alfa. Esa era la ley natural.
Y él, Jin Yao, era un Alfa superior. Se consideraba el mejor entre los mejores.
Vino con intención de conocer a ese Omega tan elogiado. Aunque Su Qian no era su tipo, ser un Omega superior ya era motivo suficiente para atraerlo.
Su aura era fuerte. Muchos Alfas lo habían intentado sin éxito. Pero él confiaba en que sus feromonas eran más poderosas que las de cualquiera.
Después de unos minutos, Jin Yao salió para ir al baño. En el pasillo, notó a un grupo que se acercaba.
Entre ellos, una figura alta destacaba. Era un hombre extremadamente guapo, con un porte natural y una estatura que lo hacía sobresalir. Su presencia lo eclipsaba todo.
Lo miró con atención… y su expresión cambió.
Era Su Qian.
Lo había visto solo en fotos y ya le había parecido inalcanzable. Pero en persona, su presencia era aún más imponente.
Casi ningún Alfa que conocía podía igualar esa aura. Y aun así…
Jin Yao sonrió.
Por fuerte que fuera, seguía siendo un Omega. Las limitaciones físicas eran reales.
Muchos lo habían intentado sin éxito. Pero él no era como los demás.
Se adelantó y llamó:
—¡Jefe Su!
Su Qian se detuvo y giró ligeramente la cabeza.
—Este es el sobrino del Sr. Jin, Jin Yao —le susurró el asistente Lin.
Su Qian asintió. Aunque sabía que era un Alfa, no liberó sus feromonas, lo que le causó una impresión ligeramente favorable.
Desde que conocía a Su Yuzhou, ya no sentía tanto rechazo automático hacia los Alfas.
Sin embargo, su actitud seguía siendo fría y cortante. Había conocido demasiados idiotas —la mayoría Alfas— en sus 27 años de vida.
Su Yuzhou era la excepción.
Jin Yao se acercó con una sonrisa, entregó su tarjeta y ofreció la mano.
Por cortesía profesional, Su Qian respondió.
Pero justo en ese momento, Jin Yao bajó la guardia y liberó sus feromonas.
Olían a vino tinto.
Su Qian apretó los dientes. Instintivamente quiso golpearlo, pero de pronto se detuvo.
Jin Yao palideció al instante. Soltó la mano y retrocedió varios pasos, con expresión de miedo.
No había planeado una agresión, solo quería impresionarlo con su aroma.
Pero en el momento en que sus feromonas tocaron a Su Qian, sintió un peligro extremo.
¡Su Qian ya tenía el aroma de otro Alfa!
Y no cualquier Alfa, sino uno superior, dominante, absolutamente más fuerte que él.
En su mente, apareció la imagen de un gigantesco coco lanzándose contra su cabeza con una fuerza brutal. Apenas pudo evitarlo.
Esa fue la represión absoluta que un Alfa superior ejerce sobre uno más débil.
¿Cómo era posible? ¡Su Qian era un Omega!
¿Había sido marcado?
Su Qian también lo percibió. Un débil aroma a coco flotaba en su entorno. Tan tenue como una brisa, pero suficiente para protegerlo.
Era la feromona de Su Yuzhou.
Una oleada de emociones desconocidas lo invadió.
Sin mirar a Jin Yao, se dio media vuelta y entró a la sala de conferencias.
Tenía que terminar esta reunión lo antes posible y volver a buscar a Su Yuzhou.
Nunca había deseado tanto ver a alguien como ahora.
Y esa persona… era un Alfa.
Un Alfa que lo había protegido.