Reencarnados el día de nuestra boda
Capítulo 4
Después de un breve silencio, el auditorio estalló en carcajadas y silbidos atronadores. Los gritos se propagaron como pólvora:
—¿¡Qué demonios!? ¿¡No eran enemigos mortales Zheng PingQing y Lin Qian!?
—Otro que enloqueció… ¡Los exámenes de ingreso están destruyendo mentes!
—Ermmm… mis cejas están arrugadas. ¡Qué situación tan complicada!
—¿Por qué siento que esto es… un poco tierno? ¿Estaré enfermo?
—Definitivamente lo estás —respondió otro de inmediato.
—No sé si Zheng PingQing está coqueteando… o si quiere burlarse cruelmente.
—¿Cuál es el plan de Zheng PingQing? ¿Es este el legendario “hermanito que se ata al muelle”?
—¡Estás exagerando! ¿O será que fue conquistado por la figura heroica de Lin Qian durante su discurso?
—La verdad… ¡hasta yo me sentí conquistado por ese discurso!
Los amigos de Lin Qian ya se habían puesto de pie, listos para lanzarse sobre Zheng PingQing, pero tras escuchar aquella declaración, simplemente se desplomaron de nuevo en sus asientos, como si no supieran cómo reaccionar.
Todos los maestros y líderes escolares —especialmente Ke CaiZhu, cuya boca seguía abierta— estaban paralizados. Miraban atónitos a Zheng PingQing… y luego se giraban lentamente hacia Huo YeRui.
La cara de Huo YeRui se tornó pálida. La tensión lo había dejado completamente sin color.
El director, agotado por los giros absurdos de la situación, se dejó caer en su asiento, miró a Huo PingChuan y preguntó con desconfianza:
—¿Este es el “método” de la Clase 8 para derribar a Lin Qian?
Huo PingChuan quedó petrificado. Solo pudo reír torpemente:
—Tal vez… los rumores que escuché estaban equivocados.
El director le lanzó una mirada cargada de sentido:
—El entorno escolar debería ser sencillo. No hay lugar para difundir chismes.
Huo PingChuan no pudo replicar, así que solo asintió con falsa humildad:
—El director tiene razón…
Si Huo YeRui no fuera su hijo, ya lo habría ahorcado.
Dong MingEn, pálido como un fantasma, jalaba la manga de Zheng PingQing como si fuera un personaje de película de terror. Había soltado su teléfono sin siquiera notarlo, y temblando, murmuró:
—Jefe… tu línea… ¡dijiste la línea equivocada…!
Pero Zheng PingQing no escuchaba nada. Agarraba con fuerza su altavoz rayado, la mirada fija en Lin Qian entre el mar de estudiantes. No veía ni oía a nadie más.
En ese momento, resonaban en la mente de Lin Qian las palabras de Jiang TingJun:
“¡Preferiría quedarme soltero toda la vida antes que recibir una confesión así!”
Pero lo de Zheng PingQing no fue solo una confesión. Fue un verdadero suicidio social.
¿Podía volverse más ridículo?
Sí. Sí podía.
Mientras Lin Qian seguía atónito, el altavoz en manos de Zheng PingQing, aparentemente poseído, soltó de pronto una potente voz automatizada, con un fuerte acento y pronunciación torcida:
—“Hermoso peecshatesty del norte, o~”
Lin Qian: «…»
Zheng PingQing: «….»
Profesores y estudiantes: Pfft—
—¡¡¡Jajajajajajaja!!!
—¡Dios mío, es el principito del mercado de verduras!