Cargando el juego

Capítulo 1


Paredes descascaradas, cercas oxidadas y ventanas alguna vez limpias cubiertas de manchas. El tenue resplandor del sol matutino se filtraba en el viejo departamento como una lluvia sucia, volviendo el ambiente aún más sombrío y desagradable.

Aunque hacía mucho que había dejado ese lugar, Xie Su seguía sintiendo el miedo arraigado en lo más profundo de su médula al volver a ver aquel viejo edificio. Le temía a esa oscuridad impregnada de pobreza.

Bajó la cabeza, ajustó el cuello de su abrigo, y sus zapatos limpios pisaron las hojas secas. Las paredes del pasillo estaban cubiertas de anuncios, y las escaleras de cemento tenían baches e incluso rastros de vómito. Xie Su se tapó la nariz y la boca mientras llegaba frente a la puerta con el número 201. Vaciló un momento antes de tocar.

Había vivido allí siete años, y jamás pensó que volvería. Pero…

La puerta se abrió. En medio de la tenue luz, Xie Su vio a un adolescente que le sacaba una cabeza de altura.

Era hermoso. Su cabello, tan negro como la tinta, combinaba a la perfección con su rostro blanco como la nieve invernal. Tenía rasgos faciales impecables: cejas delgadas, nariz recta, labios bien formados… pero la expresión de su boca caída le daba un aire indiferente y distante.

Xie Su esbozó una sonrisa forzada.

—Xiao Xi…

Los ojos de Xie Xi eran fríos, y su voz sonó como una piedra cayendo sobre agua clara.

—¿Qué necesitas?

La sonrisa de Xie Su se volvió aún más rígida.

—¿Puedo pasar?

Xie Xi se hizo a un lado en silencio.

Xie Su entró, sin dejar de observarlo.

—¿Por qué no respondes el teléfono?

Xie Xi frunció el ceño, bajando la mirada.

—Estás viviendo solo. Tu mamá está preocupada —dijo ella con voz suave.

Él no respondió.

—No deberías hacer esto —continuó Xie Su—. Hablé con el tío Liu sobre ti, puedes entrar a trabajar en su empresa…

—No. —La rechazó con calma—. No tienes por qué preocuparte por mí.

—Solo tienes 19 años y dejaste la universidad. ¿Cómo piensas conseguir trabajo?

El rostro de Xie Xi no mostró reacción alguna.

—Sé un buen chico y hazle caso a mamá. No puedes seguir viviendo así. Trabaja. No puedes pasar todo el día en casa… —miró la pantalla del computador—… jugando videojuegos no es la forma.

Xie Xi la miró y preguntó:

—¿Algo más?

Xie Su se quedó en silencio, sorprendida.

—Si no tienes nada más que decir, puedes irte. Pronto los demás despertarán —agregó él con voz tranquila, pero ella entendió el mensaje.

Eran las cinco de la mañana. Los pasillos estaban vacíos, todos dormían. Pero pronto despertarían, y Xie Su no quería cruzarse con nadie. Había venido tan temprano justo para evitar eso. Xie Xi lo sabía.

Finalmente, ella fue al grano:

—Estoy embarazada.

Los ojos de Xie Xi se entrecerraron, y las comisuras de sus labios se torcieron aún más.

—Oh. Felicidades.

Xie Su le tomó la muñeca, apurada.

—Xiao Xi, vuelve conmigo. Mamá ya se casó con él, y estoy embarazada de su hijo. Esta vez sí podré protegerte.

Él retiró su mano con frialdad.

—Cuida de ti misma. No te preocupes por mí.

Ella quiso decir algo más, pero él la empujó fuera del apartamento y cerró de golpe la vieja y pesada puerta de hierro.

Xie Su se quedó mirando la puerta cerrada.

—Mamá ya no es la misma de antes. Piénsalo. Espero tener noticias tuyas.

No hubo respuesta.

Xie Xi esperó a oír sus pasos alejándose antes de sentarse frente a la computadora y mirar la pantalla.

¿En qué había cambiado todo?

Movió el mouse y comenzó a manejar su personaje en el juego.

No era una marioneta para que otros manipularan a su antojo.

Su padre había desaparecido cuando él tenía dos años. Su madre, Xie Su, se convirtió en la amante del Sr. Liu cuando Xie Xi tenía nueve. Durante once años “cocinó” su relación hasta lograr casarse y quedar embarazada.

Xie Xi, sinceramente, les deseaba lo mejor. Al fin y al cabo, ella había conseguido lo que quería.

Suspiró y puso el equipo que había ganado en la casa de subastas. No aceptaba dinero de Xie Su y vivía de sus propios ahorros. Antes tenía que juntar cada centavo para pagar la matrícula. Ahora, vivir era más sencillo.

Ganar dinero con videojuegos no era fácil, pero Xie Xi tenía más suerte que los demás. Siempre obtenía objetos que otros apenas podían soñar. No los usaba, los vendía por dinero real.

Ese día era igual a cualquier otro. Terminó su rutina y se preparaba para dormir cuando una flor apareció en la pantalla.

[Condiciones cumplidas… verificación exitosa… cargando el juego…]

Xie Xi se quedó paralizado. ¿Qué era eso? ¿Alucinaciones por la falta de sueño? No, no lo parecía.

Parpadeó. La primera línea desapareció lentamente y nuevas palabras comenzaron a proyectarse ante él.

Flotaban en el aire, como un holograma. Giró la cabeza, y las palabras lo siguieron, posándose sobre la pared frente a él.

¿Una ilusión?

Tocó la proyección. Una luz blanca deslumbrante estalló. Antes de que pudiera reaccionar, perdió el conocimiento.

Todo fue tan rápido que, mareado, creyó escuchar voces.

—Xiao Xi…

—Lo siento.

[El juego ha sido cargado. El cuasi-mundo ha sido abierto.]

Xie Xi abrió los ojos. Su mente estaba en caos.

—Joven amo, debería comer más. Su cintura está muy delgada —le dijo dulcemente una joven vestida como sirvienta.

Xie Xi no respondió. Miró hacia el espejo frente a él y se quedó boquiabierto.

La persona en el espejo no era él. Aunque los rasgos eran parecidos, llevaba puesta una ropa completamente distinta: un sombrero azul oscuro, una capa del mismo tono, un traje entallado con doble botonadura, adornado con joyas, y botas de cuero.

La sirvienta acomodó sus mangas con cuidado, dándole forma de pétalos. Lo miró con admiración.

—Joven amo, usted es muy hermoso.

Xie Xi se llevó una mano a la sien. No entendía nada.

—¿Durmió mal anoche, joven amo?

—No… —dijo finalmente. Se sorprendió al escuchar su propia voz: ni gruesa como la de un hombre, ni suave como la de una mujer. Una voz intermedia, algo femenina.

No notó cómo la admiración de la sirvienta se transformaba en una obsesión evidente.

—Joven amo… —susurró ella.

Xie Xi no la escuchó. Su atención estaba en el nuevo mensaje flotando ante él:

[Bienvenido al cuasi-mundo. Lea el tablero de información cuidadosamente.

Nombre del Juego: Amar a la izquierda o a la derecha.
Sinopsis: Un dulce juego de amor~
Misión principal: Sobrevivir siete días.
Misión opcional: Ninguna.
Número de cargas: Ilimitado.
Objetos: Ninguno actualmente.
Privilegio a seleccionar:
— 10 veces el dinero de recompensa
— Las heridas fatales no duelen
— No puedes morir en el juego]

La cantidad de información era abrumadora. ¿Estaba soñando o realmente había entrado a un juego?

¿Sobrevivir siete días? ¿Qué pasaba si fallaba? ¿Y si lograba completar la misión? Las preguntas lo mareaban.

Entonces apareció otra línea:

[Por favor seleccione un privilegio. Se descartará por omisión cuando termine la cuenta regresiva.]

Xie Xi forzó la mente para concentrarse. ¿Soñando o no? No podía actuar con descuido.

Revisó las opciones. La tercera, «no puedes morir en el juego», era la más tentadora. Si no podía morir, entonces sobrevivir siete días parecía fácil.

Pero… ¿por qué entonces había una opción de “heridas fatales no duelen”? ¿Y qué sentido tenía hablar de número de cargas ilimitadas?

Si sobrevivir fuera tan simple, ¿por qué sería la misión principal?

La opción de multiplicar la recompensa también era atractiva… pero las tentaciones son trampas disfrazadas.

Xie Xi tomó su decisión.

_______

En uno de los múltiples laberintos subterráneos, un hombre de cabello plateado escapaba de una niebla negra.

—¡¿Qué demonios estás haciendo?! —gritó.

Un hombre alto, vestido completamente de negro, se mantenía de pie en la oscuridad. Solo su voz se oía, tranquila y burlona:

—Alguien me eligió.

El de cabello plateado frunció el ceño.

—Esa persona… sí que tiene suerte.

—Sí —rió el hombre oscuro—. Mucha suerte.

El otro lo maldijo internamente. ¿Suerte? ¡Los juegos de Jiang Xie eran conocidos por su dificultad infernal!

Esperaba que no fuera un novato… pero si lo había elegido, era seguro que se trataba de la prueba para principiantes de Jiang Xie. Nivel de dificultad S.

Hasta ahora, nadie había sobrevivido.

—Buena suerte, persona suertuda —murmuró.


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