Cómo enamorarse del villano

Capítulo 4


Desde ese día, la relación entre Jiang Yu y Mu comenzó a cambiar lentamente.

Al principio, Mu seguía distante. Aunque no rechazaba la presencia de Jiang Yu, tampoco parecía confiar del todo. Siempre estaba en guardia, como si esperara que todo fuera una broma cruel.

Jiang Yu lo entendía. No intentó forzarlo. Solo se quedó cerca, hablándole cuando era necesario, ayudándole cuando lo veía en problemas, sin hacer un escándalo de ello.

Después de las clases, si Mu se retrasaba recogiendo sus cosas, Jiang Yu lo esperaba. Si alguien hacía un comentario malicioso, Jiang Yu respondía con firmeza. Y si había que formar equipos, él elegía sin dudar:

—Yo voy con Mu.

Al principio, los otros chicos se burlaban.

—¿Qué pasa, Ah Yu? ¿Ahora te llevas con el inútil?

—Quizás se dio un golpe en la cabeza.

Pero Jiang Yu no les prestaba atención. Con el tiempo, cuando vieron que él seguía firme y que incluso Ya Qi lo apoyaba, los demás comenzaron a callarse.

La tribu era así: seguían al fuerte. Y aunque Jiang Yu aún era un niño, su padre era un guerrero destacado, su madre una poderosa hembra cambiaformas, y él mismo tenía una presencia natural que imponía respeto.

No pasó mucho tiempo antes de que nadie se atreviera a molestar abiertamente a Mu.

Pero eso no borraba el pasado.

Una tarde, Jiang Yu y Mu estaban en el bosque, buscando frutas. Ya Qi se había adelantado a casa con algunas presas que había cazado. Mu estaba agachado, recogiendo unas bayas moradas, cuando Jiang Yu lo llamó:

—Mu.

Él levantó la cabeza.

—¿Qué?

—¿Te gusta estar conmigo?

Mu frunció el ceño.

—¿Qué pregunta es esa?

—Solo quiero saber —dijo Jiang Yu, encogiéndose de hombros.

Mu lo miró un momento y luego respondió con frialdad:

—No me desagrada.

—Eso es un avance —sonrió Jiang Yu.

Mu volvió a sus bayas, pero se le escapó una pequeña curva en las comisuras de los labios.

Después de eso, Jiang Yu continuó siguiéndolo a todas partes.

Mu se acostumbró. Aunque al principio fingía molestarse, ya no lo alejaba. Incluso, en ocasiones, parecía esperar su presencia.

Un día, durante una práctica de combate en el campo de entrenamiento, Mu fue emparejado con un chico dos años mayor y mucho más fuerte. Era una asignación injusta, pero nadie dijo nada.

Jiang Yu se adelantó de inmediato.

—¡No es justo! Mu no tiene la fuerza para enfrentarlo.

El instructor, un cambiaformas de rostro severo, frunció el ceño.

—¿Estás cuestionando mis decisiones, Ah Yu?

Jiang Yu apretó los dientes. Justo cuando iba a hablar de nuevo, Mu se adelantó.

—Está bien. Puedo hacerlo.

Jiang Yu lo miró con preocupación.

—Mu…

—Está bien —repitió con voz firme—. Quiero intentarlo.

El instructor asintió con frialdad. Los demás se apartaron para dejar espacio.

El combate comenzó.

Al principio, Mu recibió varios golpes. Pero no retrocedió. Se levantaba una y otra vez, con los ojos fijos en su oponente. No buscaba ganar, pero tampoco se rendía.

Jiang Yu sintió que el corazón se le encogía. Cada vez que Mu caía, sus manos se cerraban en puños.

Finalmente, cuando el oponente lo arrojó por quinta vez al suelo, el instructor hizo sonar el silbato.

—¡Basta!

Mu respiraba con dificultad, con sangre en la comisura de los labios, pero se mantenía de pie.

Jiang Yu corrió hacia él y lo sostuvo.

—¡¿Estás bien?! ¡Ese tipo es un bruto!

Mu lo miró y, por primera vez, su voz tuvo un matiz suave:

—Estoy bien.

—¡Estás sangrando!

—Solo un poco.

—¡No vuelvas a hacer algo tan estúpido!

Mu entrecerró los ojos.

—¿Estúpido?

—¡Sí! ¡No tienes que probarle nada a nadie!

Mu lo miró fijamente y, luego de un silencio, dijo:

—Tal vez sí. Tal vez me lo quiero probar a mí mismo.

Jiang Yu no supo qué responder.

Solo pudo quedarse en silencio, sosteniéndolo, mientras el resto del grupo comenzaba a dispersarse.

Ese día, algo en la mirada de Mu cambió. Ya no era sólo desconfianza. Había algo más.

Tal vez respeto. Tal vez afecto. Tal vez… esperanza.

Desde entonces, Jiang Yu notó pequeños cambios en Mu.

Aunque seguía siendo reservado, a veces lo esperaba a la salida de las clases. En las prácticas de entrenamiento, lo ayudaba a recoger los instrumentos. Si alguien hacía un comentario sarcástico, Mu ya no bajaba la cabeza; simplemente lo ignoraba o devolvía la mirada con frialdad.

Y una noche, cuando Jiang Yu pasaba por la casa de Mu, vio una figura delgada sentada en el techo.

Era Mu, contemplando las estrellas.

Jiang Yu trepó con agilidad y se sentó junto a él.

—¿No hace frío?

Mu no respondió de inmediato.

—Me gusta el viento —dijo al fin—. Me hace sentir… libre.

Jiang Yu lo miró de reojo.

—¿Puedo quedarme?

—Haz lo que quieras.

—Gracias por tu permiso, gran señor Mu —respondió Jiang Yu con una sonrisa burlona.

Mu giró la cabeza, lo miró y, por primera vez, sonrió con sinceridad.

Era una sonrisa leve, casi imperceptible, pero auténtica.

Jiang Yu se quedó mirándolo, sorprendido.

—Oye…

—¿Qué?

—Cuando sonríes así… pareces otra persona.

—¿Mejor o peor?

—Mejor. Mucho mejor.

Mu volvió la vista al cielo.

—Tal vez tú también eres otra persona. El Ah Yu que conocí antes no se acercaba a mí.

—Tal vez yo también estaba equivocado.

Se hizo un breve silencio.

—Mu…

—¿Qué?

—¿Crees que algún día… podríamos ser amigos de verdad?

Mu lo miró fijamente, como si estuviera evaluándolo.

—Tal vez —respondió—. Si no te cansas antes.

—No me voy a cansar.

—Veremos.

Y los dos se quedaron ahí, en silencio, observando el cielo estrellado, como si todo lo malo del mundo quedara muy lejos por un rato.


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