La guía del padre del villano para criar a un hijo
Capítulo 4
El nombre completo de Lin Mian era Lin Mian, y era un niño de tres años, muy pequeño y tierno.
Antes de dormir esa noche, Lin Ruoyu lo abrazó y le dijo con mucha seriedad:
—Mian Mian, ese tío Ji que conocimos hoy, ¿te cayó bien?
—Sí —respondió Lin Mian con sus grandes ojos brillantes—. El tío Ji tiene voz grave y se viste muy bonito.
—¿Y si él quiere verte más veces, estarías de acuerdo?
—Sí, si me da más panqueques.
—¿Y si él dice que quiere verte todos los días, ir a la escuela contigo y vivir contigo?
Lin Mian parpadeó.
—¿Va a dormir en nuestra cama?
—No, no —Lin Ruoyu se apresuró a aclarar—. Él tiene su propia cama, muy grande.
Lin Mian pensó durante un rato, luego dijo:
—Si él se porta bien y me cuenta cuentos, puede venir.
Lin Ruoyu sonrió y lo abrazó con fuerza.
—Eres mi buen Mian Mian.
—Papá, ¿ese tío Ji es tu amigo?
—Eh… algo así.
Lin Ruoyu no sabía cómo definir su relación con Ji Rongyu. Apenas se habían visto dos veces, y sin embargo, ese hombre ya quería invertir en su negocio, educar a su hijo e involucrarse en su vida.
Demasiado extraño.
Pero Lin Ruoyu era un adulto, y la vida le había enseñado que, aunque algunas cosas parecen increíbles, también pueden ser oportunidades. No era tan ingenuo como para creer que todo sería sencillo, pero tampoco estaba dispuesto a dejar pasar lo que podría ser un cambio radical en su vida y la de su hijo.
Al día siguiente, después de dejar a Lin Mian en el jardín, Lin Ruoyu tomó el autobús y fue al lugar acordado con Ji Rongyu para hablar sobre el contrato de inversión.
Esta vez, Ji Rongyu lo recibió en una sala de reuniones privada, acompañado por un equipo legal y el asistente Yuanshu.
—Este es el contrato de cooperación, mírelo con calma. Cualquier parte que no entienda, puede preguntar —le dijo el abogado con cortesía.
Lin Ruoyu nunca había firmado algo tan formal. Leía cada cláusula con atención, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. El contrato no tenía trampas: era justo, e incluso favorable para él.
Después de revisar todo, levantó la vista.
—Estoy de acuerdo.
Ji Rongyu asintió sin sorpresa.
—Entonces firmémoslo.
Después de la firma, Ji Rongyu extendió la mano.
—Bienvenido, socio.
Lin Ruoyu estrechó su mano, aún algo aturdido. El calor de esa palma grande lo hizo sentir un poco más tranquilo.
—Gracias por confiar en mí —dijo sinceramente.
—No es solo por usted —respondió Ji Rongyu—. Es también por Mian Mian.
Después de firmar el contrato, Ji Rongyu se encargó personalmente de coordinar los preparativos para la apertura del restaurante de Lin Ruoyu.
No eligieron un local cualquiera, sino un pequeño pero elegante espacio en la zona más concurrida del centro comercial de Ciudad J. El diseño del restaurante era sencillo pero moderno, con elementos tradicionales que evocaban el espíritu callejero de los panqueques, pero con una presentación limpia y profesional.
—¿Estás seguro de que vale la pena invertir tanto en un restaurante de panqueques? —preguntó Yuanshu con cautela, mientras le mostraba a Ji Rongyu los costos estimados.
—Sí —respondió Ji Rongyu sin levantar la vista del documento—. No estoy invirtiendo solo en comida, sino en una historia.
Yuanshu no dijo más. Sabía que cuando su jefe tomaba una decisión, nada lo hacía retroceder.
Lin Ruoyu participó activamente en cada etapa del diseño, en la elección del menú y en la contratación del personal. Aunque no tenía experiencia como empresario, era meticuloso y trabajador. Pronto, bajo la guía del equipo profesional que le asignó Ji Rongyu, todo estuvo listo para la inauguración.
La tienda se llamó “Mian Mian Pancakes”.
El nombre fue idea de Ji Rongyu.
—Es sencillo, directo y entrañable. Además, se llama igual que tu hijo. No hay mejor publicidad —dijo con naturalidad, como si no estuviera revelando algo íntimo.
Lin Ruoyu se quedó en silencio, sin saber cómo responder.
Por primera vez en mucho tiempo, se sintió protegido.
El día de la inauguración, el restaurante atrajo una gran cantidad de clientes. La combinación del sabor único, la decoración atractiva y una estrategia publicitaria precisa hizo que en pocas horas todos hablaran del lugar.
“Panqueques callejeros con calidad de cinco estrellas”, “el mejor sabor tradicional del centro”, “tierno nombre, sabor potente”: los comentarios positivos inundaron las redes.
Ji Rongyu, que observaba todo desde su oficina, sonrió satisfecho.
—¿Planea abrir una cadena? —preguntó Yuanshu.
—Sí. Pero primero, consolidaremos esta tienda.
—¿Y luego?
—Luego, veremos si Mian Mian está dispuesto a convertirse en embajador de la marca —respondió Ji Rongyu, medio en broma, medio en serio.
En los días siguientes, Ji Rongyu comenzó a visitar con frecuencia el restaurante. A veces iba por la mañana, a veces por la noche, y en más de una ocasión llevó a Lin Mian a pasear por el centro comercial.
El pequeño Mian Mian se adaptó muy rápido a la presencia de “tío Ji”. Le gustaba cómo lo levantaba en brazos, cómo le compraba helado y lo llevaba a la sección de juguetes. También le gustaba que su papá sonriera más cuando el tío estaba cerca.
Una tarde, mientras regresaban del centro comercial, Lin Mian preguntó:
—Papá, ¿el tío Ji puede venir a vivir con nosotros?
Lin Ruoyu se atragantó.
—¿Por qué preguntas eso?
—Porque me gusta. Y tú sonríes más cuando él está cerca.
Lin Ruoyu lo abrazó, sin saber qué decir.
Esa noche, Ji Rongyu miraba desde la ventana de su apartamento. Las luces de la ciudad se reflejaban en sus ojos oscuros.
—Mian Mian… —susurró para sí—. Esta vez, no te dejaré ir.
En los días que siguieron, la relación entre Ji Rongyu, Lin Ruoyu y el pequeño Mian Mian se volvió cada vez más natural.
Cuando el restaurante comenzó a estabilizarse, Lin Ruoyu retomó su empleo de medio tiempo por las mañanas, ya que no quería depender totalmente de la inversión. Además, sentía que debía seguir esforzándose para dar un buen ejemplo a su hijo.
Ji Rongyu no lo detuvo. Al contrario, admiraba ese sentido de responsabilidad.
Una mañana, cuando Ji Rongyu fue a buscar a Lin Mian al jardín de infancia, un pequeño incidente ocurrió.
Un niño algo más grande empujó a Mian Mian en el patio de recreo. Aunque no se cayó, el gesto fue claro. Ji Rongyu, desde la valla, frunció el ceño.
Antes de que pudiera hacer algo, Lin Mian levantó la cara y le dijo al otro niño con firmeza:
—¡Eso no está bien! ¡No empujes!
El otro niño pareció avergonzado y se fue.
Ji Rongyu sonrió con orgullo. Apretó el puño suavemente, como conteniendo una emoción que no sabía que existía en él.
Cuando Lin Mian salió corriendo hacia él, lo cargó con naturalidad.
—¿Te hizo daño?
—No. El otro niño fue grosero, pero no importa. Le dije que no lo hiciera.
—Bien hecho, pequeño valiente.
—Tío Ji… —Mian Mian se acurrucó contra su cuello—. Cuando sea grande, quiero ser como tú.
Ji Rongyu sintió una punzada de calor en el pecho. Era la primera vez en su vida que alguien decía algo así sobre él, no por su dinero, su apellido, ni su poder, sino simplemente por lo que era.
Se quedó en silencio por un momento y luego susurró:
—Si tú quieres, puedo ayudarte a ser mejor que yo.
Lin Mian no entendió del todo, pero sonrió feliz.
Esa noche, Ji Rongyu envió un mensaje a su abogado:
“Prepara los documentos para la solicitud de tutela.”
“¿Está seguro, señor Ji?”
“Sí. Quiero tener la custodia compartida de Lin Mian.”